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2 Crónicas 20:14-28

2 Crónicas 20:14-28 RVC

Allí estaba también Jahaziel, levita de los hijos de Asaf y descendiente en línea directa de Zacarías, Benaías, Yeguiel, Matanías. En el curso de la reunión, el espíritu del Señor vino sobre él, y dijo: «¡Escúchenme ustedes, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Y escúchame tú, rey Josafat! El Señor les dice: “No tengan miedo ni se amedrenten al ver esta gran multitud, porque esta batalla no la libran ustedes, sino Dios. Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes caerán sobre ellos. Los encontrarán junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. En este caso, ustedes no tienen por qué pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a salvar. Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen. ¡Salgan mañana y atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!”» Entonces Josafat se inclinó de cara al suelo, lo mismo que todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén; se postraron delante del Señor, y lo adoraron. Luego se levantaron los levitas coatitas y coreítas, y a gran voz alabaron al Señor y Dios de Israel. Por la mañana, se levantaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras ellos salían, Josafat se puso de pie y dijo: «¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Crean en el Señor su Dios, y serán invencibles; crean en sus profetas, y obtendrán la victoria!» Después de reunirse con el pueblo para ponerse de acuerdo con ellos, Josafat nombró a algunos para que, ataviados con sus vestimentas sagradas, cantaran alabanzas al Señor, mientras el ejército salía con sus armas. Y decían: «¡Demos gloria al Señor, porque su misericordia es eterna!» Cuando los cantos de alabanza comenzaron a escucharse, el Señor puso contra los amonitas y moabitas, y contra los del monte de Seír, las emboscadas que ellos mismos habían tendido contra Judá, y acabaron matándose los unos a los otros. Los amonitas y moabitas atacaron a los del monte de Seír, y los mataron hasta acabar con ellos, y después de eso, se volvieron contra sus propios compañeros y los atacaron hasta destruirlos. Cuando los de Judá llegaron a la torre del desierto, dirigieron la mirada hacia el gran ejército, y solo vieron cadáveres tendidos en el campo, pues ninguno de ellos había escapado con vida. Entonces Josafat y su ejército se dieron a la tarea de despojarlos, y entre los cadáveres hallaron muchas riquezas, y vestidos y alhajas preciosas, y todo eso lo tomaron para sí. Era tanto el botín de guerra que no se lo podían llevar, así que durante tres días estuvieron recogiéndolo. Al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca, y allí bendijeron al Señor. Por eso al paraje aquel lo llamaron «valle de Beraca», y hasta el día de hoy lleva ese nombre. Todos los de Judá y de Jerusalén volvieron a Jerusalén llenos de gozo por la alegría de que el Señor los había librado de sus enemigos. Al frente de ellos marchaba Josafat. Se dirigieron al templo del Señor en Jerusalén, entre el sonido de salterios, arpas y trompetas