Al día siguiente, como al mediodía, mientras ellos iban acercándose a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar.
De pronto le dio mucha hambre, y pidió de comer. Mientras le preparaban algo, cayó en éxtasis
y vio que el cielo se abría, y que de él descendía algo semejante a un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.
Dentro del lienzo había toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves.
Entonces oyó una voz que le decía: «Pedro: levántate, mata y come.»
Pedro respondió: «No, Señor, porque nunca he comido nada que sea común o impuro.»
Por segunda vez la voz le dijo: «Lo que Dios ha limpiado, no lo llames común.»
Esto se repitió tres veces. Después el lienzo fue recogido y llevado inmediatamente al cielo.
Mientras Pedro no lograba entender el significado de la visión que había tenido, los hombres que Cornelio había enviado, y que preguntaban por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
Llamaron y preguntaron si allí se estaba hospedando Simón, al que también se le conocía como Pedro.
Y mientras Pedro meditaba en la visión, el Espíritu le dijo: «Tres hombres te buscan.
Así que baja a verlos, y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado.»
Pedro bajó entonces a donde estaban los hombres enviados por Cornelio, y les dijo: «Yo soy el que ustedes buscan. ¿Por qué han venido?»
Ellos le dijeron: «Cornelio, el centurión, es un hombre justo y temeroso de Dios. Todos los judíos hablan bien de él. Un ángel le dio instrucciones de que vayas a su casa, para que él escuche tus palabras.»
Entonces Pedro los hizo pasar y los hospedó, y al día siguiente se fue con ellos y con algunos de los hermanos de Jope.
Cuando llegaron a Cesarea, Cornelio ya los estaba esperando y había llamado a sus parientes y amigos más íntimos.
En cuanto Pedro entró, Cornelio salió a recibirlo y, arrodillándose delante él, le rindió honor.
Pero Pedro le dijo: «Levántate. Yo mismo soy un hombre, como tú.»
Mientras hablaba con él, Pedro entró y se encontró con que ya se habían reunido muchas personas.
Entonces les dijo: «Como ustedes saben, para un judío es muy repugnante juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha hecho ver que no puedo llamar a nadie gente común o impura.
Por eso, cuando me llamaron vine sin replicar. Pero ahora les pregunto: ¿Para qué me han hecho venir?»
Cornelio le dijo: «Hace cuatro días, como a esta hora, es decir, a las tres de la tarde, yo estaba orando en mi casa. De pronto, vi que delante de mí estaba un varón vestido con ropas resplandecientes.
Ese varón me dijo: “Cornelio, Dios ha escuchado tus oraciones, y la ayuda que has dado a otros la ha recibido como una ofrenda.
Envía a tus hombres a Jope, y haz que venga Simón, al que también se le conoce como Pedro. Está hospedado en casa de Simón el curtidor, junto al mar.”
Así que los mandé por ti; y has hecho bien en venir. Como puedes ver, aquí estamos en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios te ha mandado decirnos.»
Entonces Pedro empezó a hablar, y dijo: «En verdad comprendo ahora que Dios no hace acepción de personas