Yo, que estoy preso por causa del Señor, les ruego que vivan como es digno del llamamiento que han recibido,
y que sean humildes y mansos, y tolerantes y pacientes unos con otros, en amor.
Procuren mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
Así como ustedes fueron llamados a una sola esperanza, hay también un cuerpo y un Espíritu,
un Señor, una fe, un bautismo,
y un Dios y Padre de todos, el cual está por encima de todos, actúa por medio de todos, y está en todos.
Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
Por esto dice:
«Subiendo a lo alto, llevó consigo a los cautivos,
Y dio dones a los hombres.»
Y al decir «subiendo», ¿qué quiere decir, sino que también primero había descendido a lo más profundo de la tierra?
El que descendió, es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
para que ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas,
sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza,
de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.