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Génesis 39:1-21

Génesis 39:1-21 RVC

Los ismaelitas llevaron a José a Egipto, y allá se lo compró a ellos un egipcio llamado Potifar, que era oficial del faraón y capitán de su guardia. Pero el Señor estaba con José, y este prosperó en la casa del egipcio, su amo. Y su amo se dio cuenta de que el Señor estaba con él y lo hacía prosperar en todo lo que emprendía, de modo que José se ganó su buena voluntad, y le servía, y su amo lo nombró mayordomo de su casa y dejó en sus manos todo lo que tenía. Desde el momento en que José quedó a cargo de la casa y posesiones del egipcio, el Señor bendijo su casa por causa de José. La bendición del Señor estaba sobre todo lo que él tenía, lo mismo en la casa que en el campo. El egipcio dejó en manos de José todo lo que tenía, y ya no se ocupaba más que de lo que tenía que comer. Y José era bien parecido y de bella presencia. Después de esto, resultó que la mujer de su amo puso sus ojos en él y le dijo: «¡Acuéstate conmigo!» Pero él se negó a hacerlo, y le dijo a la mujer de su amo: «Como puedes ver, estando yo aquí, mi señor no sabe ni lo que hay en esta casa. Ha puesto en mis manos todo lo que tiene. En esta casa no hay nadie mayor que yo, ni hay nada que él me haya reservado, excepto a ti, puesto que tú eres su mujer. ¿Cómo podría yo cometer algo tan malo y pecar contra Dios?» Y José hablaba con ella todos los días, pero no le hacía caso en cuanto a acostarse con ella o estar con ella; pero un día entró en la casa para cumplir con sus obligaciones, y como allí no había nadie, ella lo agarró de la ropa y le dijo: «Acuéstate conmigo.» Pero él dejó su ropa en las manos de ella, y salió corriendo de allí. Cuando ella lo vio salir corriendo, y que había dejado su ropa en sus manos, llamó a los que estaban en la casa, y les dijo: «Miren, este hebreo que mi esposo nos ha traído quiere burlarse de nosotros. Entró adonde yo estaba, para acostarse conmigo. Pero yo grité con todas mis fuerzas, y cuando él me oyó gritar, dejó su ropa en mis manos y salió corriendo.» Y ella dejó a su lado la ropa de José, hasta que su esposo llegó a su casa. Entonces ella le repitió lo mismo. Le dijo: «El siervo hebreo que nos trajiste, entró adonde yo estaba, para burlarse de mí. Pero como yo empecé a gritar, él dejó su ropa en mis manos y salió corriendo.» Cuando el amo de José oyó lo que su mujer le contaba, y que le decía: «Así me ha tratado tu siervo», se puso furioso; entonces agarró a José y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey. Y allí en la cárcel se quedó José. Pero el Señor estaba con él y le extendió su misericordia, y le permitió ganarse la buena voluntad del jefe de la cárcel.

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