El día primero del mes sexto del año segundo del rey Darío, la palabra del Señor vino por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote. Y dijo:
«Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Este pueblo dice: “Todavía no es tiempo de que la casa del Señor sea reedificada.”»
Entonces la palabra del Señor vino por medio del profeta Hageo, y dijo:
«¿Acaso sí es tiempo de que ustedes habiten en sus casas artesonadas, y de que esta casa esté desierta?
Pues así ha dicho el Señor de los ejércitos: “Piensen bien lo que hacen.
Ustedes siembran mucho, y recogen poco; comen, y no se sacian; beben, y no quedan satisfechos; se visten, y no entran en calor; y los que trabajan por un jornal lo reciben en saco roto.”
»Así ha dicho el Señor de los ejércitos: “Piensen en lo que hacen.
Vayan al monte, y traigan madera, y reconstruyan mi casa. Yo pondré en ella mi beneplácito, y seré glorificado.” Yo, el Señor, lo he dicho.
»Ustedes buscan mucho, y encuentran poco. Lo que ustedes guardan en su casa, yo de un soplo lo disipo. ¿Y por qué? Porque mi casa está desierta, mientras cada uno de ustedes corre a su propia casa.
—Palabra del Señor de los ejércitos.
»Por culpa de ustedes los cielos han retenido la lluvia, y la tierra se niega a dar sus frutos.
Yo hice venir la sequía sobre esta tierra, sobre los montes y el trigo, sobre el vino y el aceite, sobre hombres y animales, sobre todos los productos de la tierra y sobre todo trabajo manual.»
Tanto Zorobabel hijo de Salatiel como Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, lo mismo que el resto del pueblo, oyeron la voz del Señor su Dios y las palabras del profeta Hageo, tal y como el Señor su Dios le había ordenado decir, y todo el pueblo tuvo temor delante del Señor.
Entonces Hageo habló con el pueblo por mandato del Señor, y como enviado suyo dijo: «Yo estoy con ustedes.»
—Palabra del Señor.
El Señor despertó el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, que era gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, que era sumo sacerdote, lo mismo que el espíritu del resto del pueblo, y todos ellos acudieron a trabajar en la casa de su Dios, el Señor de los ejércitos.
Era el día veinticuatro del mes sexto, del año segundo del rey Darío.