Mujer ejemplar, ¿quién dará con ella? Su valor excede al de las piedras preciosas. Su esposo confía en ella de todo corazón, y por ella no carece de ganancias. Siempre lo trata bien, nunca mal, todos los días de su vida. Sale en busca de lana y de lino, y afanosa los trabaja con sus manos. Se asemeja a una nave de mercaderes, que de muy lejos trae sus provisiones. Aun durante la noche se levanta para dar de comer a su familia y asignar a las criadas sus deberes. Pondera el valor de un terreno, y lo compra, y con lo que gana planta un viñedo. Saca fuerzas de flaqueza, y con ahínco se dispone a trabajar. Está atenta a la buena marcha de su negocio, y por la noche mantiene su lámpara encendida. Sabe cómo manejar el huso, y no le es ajeno manejar la rueca. Sabe ayudar a los pobres, y tender la mano a los menesterosos. Cuando nieva, no teme por su familia, pues todos ellos visten ropas dobles. Ella misma se hace tapices, y se viste de lino fino y de púrpura. Su esposo es bien conocido en la ciudad, y es parte del consejo local de ancianos. Las telas que hace, las vende, y provee a los comerciantes con cinturones. Se reviste de fuerza y de honra, y no le preocupa lo que pueda venir. Habla siempre con sabiduría, y su lengua se rige por la ley del amor. Siempre atenta a la marcha de su hogar, nunca come un pan que no se haya ganado. Sus hijos se levantan y la llaman dichosa; también su esposo la congratula: «Muchas mujeres han hecho el bien, pero tú las sobrepasas a todas.» La belleza es engañosa, y hueca la hermosura, pero la mujer que teme al Señor será alabada. ¡Reconózcase lo que ha hecho con sus manos! ¡Sea alabada ante todos por sus logros!
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