Me levanto a medianoche, y te alabo
porque tus juicios son rectos.
Soy amigo de todos los que te honran,
de todos los que obedecen tus preceptos.
Señor, tu misericordia llena la tierra;
¡enséñame tus decretos!
Señor, tú has tratado con bondad a tu siervo,
de acuerdo a lo que le prometiste.
Enséñame a tener sabiduría y buen juicio,
pues yo creo en tus mandamientos.
Antes de sufrir, yo andaba descarriado;
pero ahora obedezco tu palabra.
Tú eres bueno, y me tratas bien;
enséñame tus estatutos.
Gente arrogante inventa mentiras en mi contra,
pero yo cumplo tus mandamientos de todo corazón.
Esa gente tiene el corazón insensible,
pero yo me regocijo con tu ley.
Me convino que me hayas castigado,
porque así pude aprender tus estatutos.
Para mí, es mejor la ley que mana de tus labios
que miles de monedas de oro y plata.
Tú, con tus propias manos me formaste;
dame la capacidad de comprender tus mandamientos.
Cuando me vean los que te honran, se alegrarán,
porque en tu palabra he puesto mi esperanza.
Señor, yo sé que tus juicios son justos,
y que por tu fidelidad me afligiste.
Muéstrame tu misericordia, y ven a consolarme,
pues esa fue tu promesa a este siervo tuyo.
Compadécete de mí, y viviré,
pues en tu ley encuentro mi deleite.
Avergüenza a esos arrogantes que me calumnian;
por mi parte, yo meditaré en tus mandamientos.
Que se unan a mí aquellos que te honran,
aquellos que conocen tus testimonios.
Perfecciona mi corazón con tus estatutos,
para que no tenga de qué avergonzarme.
Siento que me muero esperando tu salvación,
pero sigo confiando en tu palabra.
Los ojos se me apagan esperando tu promesa,
y me pregunto: «¿Cuándo vendrás a consolarme?»
Me siento tan inútil como un odre viejo,
pero tengo presentes tus estatutos.
¿Cuántos años más me quedan de vida?
¿Cuándo dictarás sentencia contra mis enemigos?
Gente altanera me ha tendido trampas,
pues no actúa de acuerdo con tu ley.
Todos tus mandamientos son verdaderos;
¡ayúdame, porque sin razón soy perseguido!
Poco ha faltado para que me derriben,
pero ni así me he apartado de tus mandamientos.
¡Dame vida, conforme a tu misericordia,
para que cumpla los testimonios que has emitido!
Señor, tu palabra es eterna,
y permanece firme como los cielos.
Tu fidelidad es la misma por todas las edades;
tú afirmaste la tierra, y esta permanece firme.
Por tus decretos, todo subsiste hoy,
y todo está a tu servicio.
Si en tu ley no hallara mi regocijo,
la aflicción ya habría acabado conmigo.
Jamás me olvidaré de tus mandamientos,
porque con ellos me has devuelto la vida.
Mi vida te pertenece; ¡sálvame, Señor,
pues yo estudio tus mandamientos!
Los malvados buscan cómo destruirme,
pero yo trato de entender tus testimonios.
He visto que aun lo perfecto se acaba,
pero tus mandamientos son eternos.
¡Cuánto amo yo tus enseñanzas!
¡Todo el día medito en ellas!
Me has hecho más sabio que a mis perseguidores,
porque tus enseñanzas están siempre conmigo.
Entiendo más que mis maestros,
porque tus testimonios son mi meditación.
Comprendo mejor que los ancianos,
porque obedezco tus mandamientos.
Me he apartado de todo mal camino,
para obedecer tu palabra.
No me he apartado de tus juicios
porque eres tú quien me dirige.
¡Cuán dulces son tus palabras en mi boca!
¡Son más dulces que la miel en mis labios!
Tus mandamientos me han dado inteligencia;
por eso odio toda senda de mentira.
Tu palabra es una lámpara a mis pies;
¡es la luz que ilumina mi camino!
Me comprometí, y no me arrepiento:
voy a obedecer tus justas sentencias.
Señor, me encuentro muy afligido;
dame vida, conforme a tu promesa.
Señor, espero que te agraden mis votos;
enséñame a entender tus juicios.
Mi vida está siempre en peligro,
pero yo no me olvido de tu ley.
Gente malvada me ha tendido trampas,
pero yo no me he apartado de tus mandamientos.
Tengo tu palabra como herencia eterna,
porque ella me alegra el corazón.
De corazón me dispongo a cumplir tus estatutos
siempre, hasta el fin de mis días.
No soporto a la gente hipócrita,
pero amo tus enseñanzas.
Tú eres mi escondite; eres mi escudo;
en tu palabra he puesto mi esperanza.
Ustedes los malhechores: ¡apártense de mí,
que quiero obedecer los mandamientos de mi Dios!
Aliméntame con tu palabra, y viviré;
¡no permitas que se frustre mi esperanza!
Sostenme, y estaré a salvo,
y siempre me alegraré en tus estatutos.
Tú humillas a los que se apartan de tus estatutos,
porque su astucia es pura falsedad.
Consumes como a basura a todos los malvados,
por eso yo amo tus testimonios.
Todo mi ser se estremece de temor;
¡tiemblo a causa de tus sentencias!
Yo practico el derecho y la justicia;
¡no me dejes caer en poder de mis enemigos!
Trata con bondad a este siervo tuyo;
que no se aprovechen de mí los soberbios.
Mis ojos desfallecen esperando que me salves,
y que con tu palabra me hagas justicia.
Trátame con misericordia,
y enséñame tus estatutos.
Yo soy tu siervo, y quiero entender
y llegar a conocer tus testimonios.
Señor, ¡llegó el momento de que actúes,
pues los malvados han anulado tu ley!
Por eso yo amo tus mandamientos,
porque son mejores que el oro más puro.
Yo estimo la rectitud y pureza de tus mandamientos;
por eso me he alejado de la senda de mentira.
Tus testimonios son admirables;
por eso son el tesoro de mi alma.
La enseñanza de tus palabras ilumina;
y hasta la gente sencilla las entiende.
Grandes son mi sed y mis ansias
por recibir y entender tus mandamientos.
Mírame, y ten misericordia de mí,
como la tienes con quienes te aman.
Ordena mis pasos con tu palabra,
para que el pecado no me domine.
Protégeme de los hombres violentos,
porque deseo obedecer tus mandamientos.
Alumbra con tu presencia a este siervo tuyo,
y enséñame tus estatutos.
De mis ojos brota el llanto a mares,
porque hay gente que no obedece tu ley.
Tú, Señor, eres justo,
y tus sentencias son rectas.
Los mandamientos que nos has dado
son también justos y verdaderos.
Pero el enojo me consume,
porque mis enemigos olvidaron tu palabra.
Tu palabra es todo pureza;
por eso yo, tu siervo, la amo.
Yo soy insignificante, y nada valgo,
pero no me olvido de tus mandamientos.
Tu justicia es siempre justa,
y tu ley es la verdad.
La aflicción y la angustia me dominan,
pero el gozo de tus mandamientos me levanta.
Tus testimonios son siempre justos;
dame entendimiento y viviré.
Señor, yo te llamo con todo el corazón;
¡respóndeme, y cumpliré tus estatutos!
¡Sálvame, pues a ti elevo mi clamor!
¡Quiero obedecer tus testimonios!
Clamo a ti antes de que amanezca,
y me quedo esperando tu respuesta.