En mi angustia, clamé al Señor, y el Señor me respondió. ¡Líbrame, Señor, de los mentirosos, de la gente de lengua embustera! Tú, lengua mentirosa, ¿qué ganas con engañar a todos? ¡Serás asaeteado con agudas flechas, ardientes como el fuego de retama! ¡Ay de mí! ¡Soy un extranjero en Mesec! ¡Habito entre las tiendas de Cedar! ¡Ya he convivido mucho tiempo con los que no pueden vivir en paz! Aunque soy un hombre de paz, cuando les hablo, me declaran la guerra.
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