Por eso no tenemos ningún temor. Aunque la tierra se estremezca, y los montes se hundan en el fondo del mar; aunque sus aguas bramen y se agiten, y los montes tiemblen ante su furia. Los afluentes del río alegran la ciudad de Dios, el santuario donde habita el Altísimo. Dios está en medio de la ciudad; por eso, la ciudad no será conmovida; ya en la mañana Dios le brinda su ayuda. Braman las naciones, se tambalean los reinos, pero Dios habla y la tierra se derrite. ¡Con nosotros está el Señor de los ejércitos! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!
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