Dios mío,
¡líbrame de mis enemigos!
¡Ponme a salvo de los que me atacan!
¡Líbrame de los que cometen iniquidad!
¡Sálvame de esa gente sanguinaria!
Gente poderosa se ha juntado contra mí,
y me acecha para quitarme la vida.
Y no es, Señor, por faltas o pecados míos;
presurosos, se disponen a atacarme
sin que yo haya cometido ningún delito.
¡Míralos! ¡Despierta y ven a mi encuentro!
Tú eres el Señor, el Dios de los ejércitos;
¡tú eres el Dios de Israel!
¡Despierta y castiga a todas las naciones!
¡No tengas misericordia alguna
de todos esos malvados y rebeldes!
Llegan por la noche, ladrando como perros,
y rondan por toda la ciudad.
De su hocico salen gruñidos;
con sus fauces lanzan hirientes puñales,
mientras mascullan: «¿Y quién va a oírnos?»
Pero tú, Señor, te burlarás de ellos;
¡dejarás en ridículo a todas las naciones!
Con tu poder, Dios mío, me siento protegido;
¡tú, Dios mío, eres mi defensa!
Tú, Dios misericordioso, vienes a mi encuentro
para hacerme ver derrotados a mis enemigos.
¡Pero no los mates, Señor, escudo nuestro,
no vaya a ser que mi pueblo se olvide!
¡Mejor humíllalos y dispérsalos con tu poder!
¡Hazlos prisioneros de su soberbia
porque pecan en todo lo que dicen,
porque solo profieren maldiciones y mentiras!
¡Destrúyelos con tu furor!
¡Destrúyelos, y que dejen de existir!
¡Que sepan todos que Dios gobierna en Jacob
y hasta los confines de la tierra!
Volverán por la noche, ladrando como perros,
y rondarán por toda la ciudad.
Vagarán por las calles, buscando qué comer,
pero no se saciarán, y pasarán la noche aullando.
Por mi parte, yo alabaré con salmos tu poder;
por la mañana proclamaré tu misericordia,
porque tú eres para mí una fortaleza,
¡eres mi refugio en momentos de angustia!
A ti y a tu poder cantaré salmos,
porque tú, Dios mío, eres mi fortaleza;
¡eres mi Dios de misericordia!