¡Ya escucho la voz de mi amado! ¡Viene saltando sobre los montes!, ¡viene brincando sobre las lomas! Mi amado es comparable al corzo, semejante a un cervatillo. ¡Ya está aquí, tras la pared! Se asoma por las ventanas, ¡espía por las celosías! Mi amado me habló, y me dijo: «¡Levántate, amiga mía! ¡Ven conmigo, bella mujer! Ya el invierno ha terminado, y con él terminaron las lluvias. Ya han brotado flores en el campo, ha llegado el tiempo de los cantos, y por toda nuestra tierra se escucha el arrullo de la tórtola. Ya las higueras echan higos, y las vides en ciernes esparcen su aroma. ¡Levántate, amiga mía! ¡Ven conmigo, bella mujer! Paloma mía, escondida en los agujeros de la peña, en parajes escondidos y escarpados, ¡déjame contemplar tu rostro!, ¡déjame escuchar tu voz! ¡Cuán placentera es tu voz, y cuán hermoso tu semblante!»
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