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2 Corintios SEGUNDA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS

SEGUNDA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS
INTRODUCCIÓN
En el tiempo que medió entre las dos epístolas dirigidas a los corintios, las relaciones del apóstol Pablo con aquella iglesia experimentaron algunos cambios importantes.
El riesgo de ruptura de la comunión, causa inmediata del envío de la primera carta (véase la introducción a 1 Corintios), no se menciona ya en la segunda. Es posible que los consejos y las amonestaciones de Pablo tuvieran el efecto deseado, y que al fin quedara superada la amenaza de división.
Propósito
Fueron, pues, otros los problemas que dieron origen a 2 Corintios (2 Co). De ellos se sabe que revistieron gravedad y que afectaron profundamente al Apóstol, aunque de las circunstancias en que se produjeron y del curso de los acontecimientos solo han quedado unos pocos datos aislados.
Lo que consta es que Pablo había resuelto permanecer una larga temporada en Efeso. Y que, en efecto, por espacio de tres años residió en esa ciudad (Hch. 20.31), donde, a pesar de la oposición de muchos, se había «abierto puerta grande y eficaz» para el anuncio del evangelio (1 Co. 16.9).
Es probable que desde Efeso, poco después de haber escrito 1 Corintios, el Apóstol viajara por segunda vez a Corinto, la capital de Acaya. Ahora, en 2 Corintios, manifiesta: «por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros» (12.14; cf. 13.1).
Aquella segunda visita, intermedia entre las dos epístolas, consistió en un rápido viaje de ida y vuelta, que lo decepcionó y lo llenó de tristeza (2.1-4). Personalmente, Pablo pudo comprobar que las cosas no iban bien en la iglesia de Corinto, donde incluso se había intentado desprestigiar su ministerio y poner en tela de juicio su autoridad apostólica y la de sus colaboradores.
La «carta con lágrimas»
Luego de su regreso a Efeso, volvió a escribir a los corintios. Y lo hizo con el ánimo todavía dolorido, como más tarde él mismo habría de comentar: «Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas» (2.4). Se trata de una carta apropiadamente llamada «con lágrimas», que algunos comentaristas han dado por perdida sin remedio, aunque otros creen descubrirla en la sección 10.1—13.1 de la Segunda epístola a los Corintios. Si este último fuera el caso, 2 Corintios sería el resultado de una muy antigua refundición de por lo menos dos textos paulinos.
La persona encargada de llevar a Corinto la «carta con lágrimas» fue Tito, «compañero y colaborador» de Pablo (8.23; 12.18). En esa ocasión, el Apóstol decidió quedarse en Efeso; decisión que pronto se vio frustrada por tener que abandonar la ciudad súbitamente (Hch. 20.1) a causa del alboroto promovido por el platero Demetrio (Hch. 19.23-41).
Cuando Tito volvió a encontrarse con Pablo, pudo comunicarle la buena noticia de que la situación en Corinto había mejorado. Los creyentes lamentaban lo sucedido y, al parecer, se sentían sinceramente arrepentidos (7.5-16).
Esta información, sin embargo, llegaba acompañada de otras menos gratas sobre la presencia de judaizantes (quizá procedentes de Jerusalén) que no cejaban en su empeño de destruir el prestigio de Pablo en Acaya y menoscabar su autoridad moral (11.22-31; 12.11-13. Véase la introducción a la epístola a los Gálatas). A pesar de ello, en términos generales, la presencia de Tito había traído tranquilidad al corazón del Apóstol (2.12-13; 7.6,13-14; 8.6,16).
Contenido y estructura
La carta comienza con una introducción (1.1-11) que da paso al cuerpo principal, dividido en tres secciones (1.12—7.16; 8.1—9.15; 10.1—13.10), y concluye con algunas palabras de despedida y una doxología (13.11-14).
En la primera sección (1.12—7.16), Pablo reflexiona sobre el estado de sus relaciones con la iglesia corintia, y expone las razones que tuvo para desistir de sus deseos de visitarla (1.12—2.17). Defiende apasionadamente su ministerio apostólico, que él llama «ministerio del Espíritu» (3.8) y «de la reconciliación» (5.18-20) por cuanto también Dios «estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (5.11—6.10), y exhorta a los creyentes a vivir limpios «de toda contaminación de carne y de espíritu» (7.1; véase 6.11—7.16).
La segunda sección (8.1—9.15) consiste en un llamamiento a la solidaridad con los cristianos de Jerusalén, que estaban atravesando una difícil etapa de necesidades materiales (Ro. 15.26). Es evidente, por lo demás, que el Apóstol se fiaba poco en la generosidad de los corintios, quienes, entusiasmados al principio con la idea de auxiliar a los creyentes de Judea, luego, llegado el momento de recaudar la ofrenda, parecían mostrarse menos favorablemente dispuestos (8.1-15).
La tercera parte de la carta (10.1—13.10) sorprende por la vehemencia del tono empleado. El autor, volviendo sobre el tema del ministerio, defiende su derecho a ser considerado Apóstol y a que se le respete en tal categoría. Se refiere a sus muchas tribulaciones, afirmando que en ellas se goza por amor a Cristo, pues, como dice, «mi debilidad es mi fuerza» (12.10). Y ante los que él llama «grandes apóstoles» (11.5; 12.11), manifiesta que los títulos de su propio apostolado son una vida consagrada por entero al servicio de Jesucristo.
Fecha y lugar de redacción
Los datos de que hoy por hoy se dispone no permiten precisar el momento ni el lugar de redacción de 2 Corintios. Solo a título de probabilidad, podría sugerirse que fue escrita entre los años 54 y 57 en alguna ciudad de Macedonia, quizás en Filipos.
Esquema del contenido:
Prólogo (1.1-11)
1. Pablo defiende su ministerio (1.12—7.16)
2. La ofrenda para los santos en Jerusalén (8.1—9.15)
3. Nueva defensa de Pablo (10.1—13.10)
Epílogo (13.11-14)

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