Dios, por su bondad, me permitió actuar como si yo fuera el arquitecto de ese edificio. Y yo, como buen arquitecto, puse una base firme: les di la buena noticia de Jesucristo. Luego, otros construyeron sobre esa base. Pero cada uno debe tener cuidado de la manera en que construye, porque nadie puede poner una base distinta de la que ya está puesta, y esa base es Jesucristo. A partir de esa base podemos seguir construyendo con oro, plata, piedras preciosas, madera, paja o caña. Pero, cuando llegue el fin del mundo, Dios pondrá a prueba lo que cada uno enseñó. Será como probar con fuego los materiales que usamos para la construcción. Si lo que uno enseñó pasa la prueba del fuego, recibirá un premio. En cambio, si no pasa esa prueba, lo perderá todo, aunque él se salvará como si escapara del fuego.
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