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2 Reyes 19:9-36

2 Reyes 19:9-36 TLA

Allí Senaquerib supo que el rey Tirhaca de Etiopía había salido a luchar contra él. Entonces le mandó de nuevo un mensaje a Ezequías: «Ezequías, rey de Judá: Tú confías en tu Dios, pero no te dejes engañar por él cuando te dice que yo no conquistaré Jerusalén. Como bien sabes, los reyes de Asiria han destruido por completo a cuanto país quisieron. ¡No creas que tú te vas a salvar! Cuando mis antepasados destruyeron a países como Gozán, Harán, Résef, y a la gente de Bet-edén que vivía en Telasar, ni sus dioses pudieron salvarlos. Ni tampoco pudieron los reyes de Hamat, Arpad, Sefarvaim, Ivá y Hená». Ezequías tomó la carta y la leyó. Luego fue al templo, extendió la carta delante de Dios y oró diciendo: «Dios de Israel, tú tienes tu trono sobre los querubines. Tú eres el único Dios de todos los reinos de la tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra. ¡Préstanos atención! Mira lo que nos está sucediendo. Escucha lo que dijo Senaquerib para ofenderte a ti, el Dios de la vida. Es verdad que los reyes de Asiria han destruido a los países y sus territorios, y que han echado a sus dioses al fuego. Pero en realidad esos no eran dioses, sino imágenes de madera y de piedra hechas por manos humanas, y por eso fueron destruidas. Dios nuestro, te rogamos que nos salves del poder de los asirios, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú eres el único Dios». Después Isaías le mandó este mensaje a Ezequías: «Nuestro Dios, el Dios de Israel, ha escuchado tu oración. Esto es lo que Dios dice de Senaquerib: “A ti, Senaquerib, Jerusalén te desprecia; los israelitas se burlan de ti a tus espaldas. ¿A quién insultaste y ofendiste? ¡Me ofendiste a mí, al Dios Santo de Israel! Tu mensaje es un grave insulto para mí. ”Tú presumes de tener muchos carros de combate y de haber subido con ellos a las más altas montañas del Líbano. Tú presumes de haber derribado los cedros y los pinos más altos y hermosos. Dices que has llegado a los lugares más lejanos y a los bosques más tupidos. Tu orgullo es haber hecho pozos y haber bebido el agua de otros países. Presumes de que a tu paso los ríos de Egipto se quedaron secos. ”¿Pero acaso no sabes, Senaquerib, que fui yo quien te permitió hacerlo? Desde los tiempos antiguos he planeado lo que ahora sucede. Por eso destruyes ciudades fortificadas y las transformas en un montón de escombros. Por eso dejas sin fuerza a sus habitantes; y los confundes y llenas de miedo. ¡Y se han vuelto como la hierba del campo, como el pasto verde; como la hierba de los tejados que se seca antes de crecer! ”Senaquerib, yo sé todo lo que haces; sé a dónde vas y de dónde vienes. Y sé que te enojaste contra mí. ¡Te enfureciste y te llenaste de orgullo! Pero voy a ponerte un gancho en la nariz, como se les pone a los bueyes, y un freno en la boca, como se les pone a los caballos; ¡voy a hacerte regresar por el camino por donde viniste!”» Después Isaías continuó diciéndole a Ezequías: «Voy a darte una señal que te hará saber lo que va a pasar: Este año y el próximo, lo único que el pueblo comerá será el trigo que crece por sí solo. Pero en el tercer año ya podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer las uvas. »Los habitantes de Judá que aún queden con vida serán como árboles bien firmes que producen mucho fruto. Porque no todos en Jerusalén morirán de hambre, sino que un pequeño grupo quedará con vida. Dios hará esto porque los ama mucho. »Dios quiere que sepas que Senaquerib no entrará a Jerusalén. No disparará ni una sola flecha; no la atacará ni construirá plataformas para subir por sus murallas. Tendrá que volver por donde vino. Dios ha dado su palabra. Dios protegerá esta ciudad, por amor a sí mismo, y por amor a David, quien le fue fiel en todo». Esa noche, el ángel de Dios fue y mató a ciento ochenta y cinco mil soldados del ejército asirio, y a la mañana siguiente el campo estaba lleno de muertos. Entonces Senaquerib regresó a su país y se quedó en la ciudad de Nínive.