Después fue a su casa, y allí les contó a sus amigos lo que pasaba. También les pidió que oraran a Dios por él, para que no les pasara nada ni a él ni a ellos, ni a los sabios de Babilonia. Esa misma noche, Dios ayudó a Daniel y le aclaró el misterio del sueño. Entonces Daniel bendijo a Dios con estas palabras: Dios mío, solo tú eres sabio y poderoso. ¡Bendito seas por siempre! Tú eres el Dios de la historia. Todo en el mundo sucede porque quieres que suceda. A unos los haces reinar, y a otros los quitas del trono. Tú haces que los sabios entiendan los misterios más profundos. Donde tú te encuentras no hay lugar para las sombras, porque la luz eres tú. A ti, Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has hecho entender qué fue lo que el rey soñó.
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