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Isaías 33:1-24

Isaías 33:1-24 TLA

Isaías anunció: «¡Qué mal te va a ir, Asiria! ¡Tú eres el destructor de mi pueblo! Cuando acabes de destruirlo, también tú serás destruido; cuando acabes de traicionarlo, también tú serás traicionado». Isaías continuó diciendo: «Sálvanos, Dios nuestro; ¡ten compasión de nosotros! Danos fuerzas cada mañana; ¡ayúdanos en momentos difíciles! »Los pueblos huyen al oír tus amenazas; las naciones se dispersan cuando muestras tu poder. Los enemigos de esos pueblos parecen saltamontes que se lanzan sobre ellos y les quitan sus riquezas. »Dios nuestro, tú eres el Dios soberano que vive en el cielo. Has hecho que en Jerusalén haya honestidad y justicia; nos haces vivir seguros; tu sabiduría y tus conocimientos nos han dado la salvación; ¡el obedecerte es nuestro tesoro! »Nuestros valientes gritan por las calles; nuestros mensajeros de paz lloran amargamente. Los caminos están desiertos, nadie transita por ellos; se han roto los pactos, se rechaza a los testigos, y no hay respeto por nadie. Todos en el país están tristes; los bosques del Líbano se han secado y han perdido su color. Todo el valle de Sarón ha quedado hecho un desierto; la región de Basán y el monte Carmelo han perdido su verdor». Dios dice: «Ahora mismo voy a actuar y demostraré mi poder. Todos los planes de Asiria son pura paja y basura; pero mi soplo es un fuego que los quemará por completo. Sus ejércitos arderán como espinas en el fuego, y quedarán reducidos a cenizas. Ustedes, los que están lejos, miren lo que hice; y ustedes, los que están cerca, reconozcan mi poder. »En Jerusalén los pecadores tiemblan, los malvados se llenan de miedo y gritan: “No podremos sobrevivir al fuego destructor de Dios; ¡ese fuego no se apaga y no quedaremos con vida!”» Isaías dijo: «Solo vivirá segura la gente que es honesta y siempre dice la verdad, la que no se enriquece a costa de los demás, la que no acepta regalos a cambio de hacer favores, la que no se presta a cometer un crimen, ¡la que ni siquiera se fija en la maldad que otros cometen! Esa gente tendrá como refugio una fortaleza hecha de rocas; siempre tendrá pan, y jamás le faltará agua». Isaías les dijo a los israelitas: «Ustedes verán a un rey en todo su esplendor; verán un país tan grande que parecerá no tener fronteras. Y cuando se pongan a pensar en el miedo que sentían, dirán: “¿Y dónde han quedado los que nos cobraban los impuestos? ¿Dónde están los contadores que nos cobraban tanto dinero?” »Ya no volverán a ver a ese pueblo tan violento, que hablaba un idioma tan difícil y enredado que nadie podía entender. Fíjense en mi templo y en la ciudad de Jerusalén: ¡allí celebraremos nuestras fiestas! Será un lugar tan seguro como una carpa bien plantada, con estacas bien clavadas y cuerdas que no se rompen. ¡Allí Dios mostrará su poder! »Jerusalén tendrá ríos muy anchos, pero los barcos enemigos no podrán pasar por allí. Dios es nuestro juez y nuestro rey. ¡Nuestro Dios nos salvará! »Las naves de Asiria tienen flojas las cuerdas, su mástil tambalea y no sostiene su bandera. Sus enemigos, y hasta los cojos, les quitan todas sus riquezas. Pero Dios perdonará los pecados de los habitantes de Jerusalén. Ninguno de ellos volverá a decir: “Siento que me muero”».

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