Dios dijo: «Todos los que tengan sed vengan a beber agua; y los que no tengan dinero vengan y lleven trigo, vino y leche sin pagar nada. ¡Óiganme bien, y comerán una comida buena y deliciosa! No vale la pena ganar dinero y gastarlo en comidas que no quitan el hambre. »¡Vengan a mí y presten atención; obedézcanme y vivirán! Yo me uniré a ustedes para siempre, y así cumpliré las promesas que hice a mi amado rey David. Yo lo puse a él por testigo, para que guiara y enseñara a todas las naciones. »Pueblo de Israel, llamarás a pueblos que no conocías, y ellos irán corriendo hacia ti, porque yo, tu Dios, te pondré sobre todas las naciones». Isaías dijo: «Ahora es el momento oportuno: ¡busquen a Dios!; ¡llámenlo ahora que está cerca! Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto a perdonar; él tiene compasión de ustedes. »Que cambien los malvados su manera de pensar, y que dejen su mala conducta». Dios dijo: «Yo no pienso como piensan ustedes ni actúo como ustedes actúan. Mis pensamientos y mis acciones están muy por encima de lo que ustedes piensan y hacen: ¡están más altos que los cielos! Les juro que así es». Dios dijo: «La lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven a subir sin antes mojar y alimentar la tierra. Así es como brotan las semillas y el trigo que comemos. Lo mismo pasa con mi palabra cuando sale de mis labios: no vuelve a mí sin antes cumplir mis órdenes, sin antes hacer lo que yo quiero. »Ustedes, los israelitas, saldrán de Babilonia con alegría y volverán con bien a su propio país. Cuando los montes y los cerros los vean, cantarán canciones muy alegres, y los árboles del campo aplaudirán. Crecerán pinos en lugar de espinos y arrayanes en lugar de ortigas.
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