Sin embargo, cuando recibió la noticia de que Lázaro estaba enfermo, decidió quedarse dos días más en donde estaba. Al tercer día les dijo a sus discípulos: —Regresemos a la región de Judea. Los discípulos le dijeron: —Maestro, algunos de los judíos de esa región trataron de matarte hace poco. ¿Aun así quieres regresar allá? Jesús les respondió: —Cada día, el sol brilla durante doce horas. Si uno camina de día, no tropieza con nada, porque la luz del sol le alumbra el camino. Pero si camina de noche, tropieza porque le hace falta la luz. Nuestro amigo Lázaro está dormido, y yo voy a despertarlo. Los discípulos le dijeron: —Señor, si Lázaro está dormido, para qué te preocupas. Lo que Jesús quería darles a entender era que Lázaro había muerto, pero los discípulos entendieron que estaba descansando. Por eso Jesús les explicó: —Lázaro ha muerto, y me alegro de no haber estado allí, porque ahora ustedes tendrán oportunidad de confiar en mí. Vayamos a donde está él. Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, les dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros, para morir con Jesús.» Como el pueblo de Betania estaba a unos tres kilómetros de la ciudad de Jerusalén, muchos de los judíos que vivían cerca de allí fueron a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Jesús llegó a Betania, se enteró de que habían sepultado a Lázaro cuatro días antes. Al enterarse Marta de que Jesús había llegado, salió a recibirlo, y María se quedó en la casa.
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