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Miqueas Introducción

Introducción
¿QUIÉN?
Miqueas fue un mensajero de Dios. Venía de un pueblo llamado Moréset-gat. Este pueblo estaba a unos 40 kilómetros al suroeste de Jerusalén, la ciudad capital. No tenemos mucha información acerca de Miqueas. No sabemos cómo recibió el llamado de Dios, ni tampoco qué hacía antes de dedicarse a proclamar su mensaje. Suponemos que era un hombre de campo, o quizá un artesano.
¿DÓNDE?
El profeta Miqueas anuncia la destrucción de Samaria, capital del reino del norte (1.6-7). Sin embargo, su mensaje va mayormente dirigido a los líderes corruptos del reino del sur, conocido como el reino de Judá. Seguramente por esto Miqueas pasa la mayor parte del tiempo predicando en la ciudad de Jerusalén, que era la capital de este reino. Al hacer esto, Miqueas denuncia constantemente a los líderes políticos, a los profetas falsos y a los sacerdotes de Jerusalén.
¿CUÁNDO?
Miqueas predicó durante el mismo tiempo que su colega Isaías. Es muy probable que haya anunciado el mensaje de Dios entre los años 742 y 687 antes de Cristo. Esto significa que él mismo vio cómo se cumplía su advertencia, ya que efectivamente, en el año 722 ó 721 antes de Cristo Samaria fue destruida por el Imperio Asirio.
¿QUÉ?
Cuando Miqueas predica el mensaje de Dios, lo hace con mucho valor y entusiasmo. No les tiene miedo a los líderes poderosos del pueblo; al contrario, les exige que se arrepientan y cambien de actitud. A Miqueas le preocupa mucho el hecho de que los poderosos traten mal a la gente pobre. También le preocupa que muchos del pueblo adoren a otros dioses y no sean fieles al único Dios verdadero. Finalmente, Miqueas se enfrenta a sus propios colegas. Durante esta época son varios los que se creen profetas, pero que en realidad eran unos charlatanes. Cuando Miqueas los enfrenta les dice, que a diferencia de ellos, él está «lleno del poder de Dios» (3.8).
¿ALGO NUEVO?
Este mensajero de Dios proclama de manera muy especial lo que se puede llamar la «regla de oro» del mensaje profético. Cuando Miqueas le está reclamando al pueblo de Judá que se arrepienta de su pecado, le explica con mucha claridad y brevedad lo que Dios quiere que haga: «Dios quiere que sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios» (6.8).

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