Si alguien me dijera: «¿De qué nos va a culpar Dios, si nadie puede oponerse a sus deseos?», yo le contestaría: «Amigo mío, tú no eres nadie para cuestionar las decisiones de Dios.» La olla de barro no puede quejarse con el que la hizo, de haberle dado esa forma. El alfarero puede hacer con el barro lo que quiera. Con el mismo barro puede hacer una vasija para usarla en ocasiones especiales, y también una vasija de uso diario. Algo parecido ha hecho Dios. Ha querido dar un ejemplo de castigo, para que todo el mundo conozca su poder. Por eso tuvo mucha paciencia con los que merecían ser castigados y destruidos. Al mismo tiempo, demostró su gran amor y poder para salvarnos. Desde un principio nos tuvo compasión, y nos eligió para vivir con él. Y no le importó que fuéramos judíos o no lo fuéramos. Como dice Dios en el libro del profeta Oseas: «A un pueblo que no me pertenece, lo llamaré mi pueblo. A un pueblo que no amo, le mostraré mi amor. »Y allí donde les dije: “Ustedes no son mi pueblo”, les diré: “Ustedes son mi pueblo, porque yo soy el Dios de la vida.”» Además, el profeta Isaías dijo acerca de los israelitas: «Aunque los israelitas sean tantos como los granos de arena en la playa, solo unos cuantos serán salvados. Muy pronto el Señor juzgará a todos los habitantes de la tierra.» Y, como el mismo Isaías dijo
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