Pero tú, hombre de Dios, huye de todo esto. Lleva una vida de rectitud, de piedad, de fe, de amor, de fortaleza en el sufrimiento y de humildad de corazón. Pelea la buena batalla de la fe; no dejes escapar la vida eterna, pues para eso te llamó Dios y por eso hiciste una buena declaración de tu fe delante de muchos testigos. Ahora, delante de Dios, que da vida a todo lo que existe, y delante de Jesucristo, que también hizo una buena declaración y dio testimonio ante Poncio Pilato, te mando que obedezcas lo que te ordeno, manteniendo una conducta pura e irreprensible hasta la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. A su debido tiempo, Dios llevará esto a cabo, porque él es el único y bienaventurado Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. Es el único inmortal, que vive en una luz a la que nadie puede acercarse. Ningún hombre lo ha visto ni lo puede ver. ¡A él pertenecen para siempre el honor y el poder! Amén.
A los que tienen riquezas de esta vida, mándales que no sean orgullosos ni pongan su esperanza en sus riquezas, porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, el cual nos da todas las cosas con abundancia y para nuestro provecho. Mándales que hagan el bien, que se hagan ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que tienen. Así tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera.
Timoteo, cuida bien lo que se te ha confiado. No escuches palabrerías mundanas y vacías, ni los argumentos que opone el falsamente llamado conocimiento de la verdad; pues algunos que profesan esa clase de conocimiento, se han desviado de la fe.
Que el Señor derrame su gracia sobre ustedes.