¡Si al menos guardaran ustedes silencio,
podrían pasar por personas sabias!
Escuchen, por favor, con atención,
mientras yo expongo mis razones.
¿Creen acaso que defienden a Dios con sus mentiras,
y que le hacen un servicio con palabras engañosas?
Ustedes se han puesto de su parte
y quieren defender su causa,
pero, ¿qué pasará si Dios los examina?
¿Podrán ustedes engañarlo como a un hombre?
Si con disimulo se ponen de su parte,
él los reprenderá duramente.
La grandeza de Dios
los llenará de espanto y de terror.
Sus anticuados argumentos son puro polvo;
es como querer defenderse con murallas de barro.
Y ahora, ¡cállense, que voy a hablar,
páseme lo que me pase!
Voy a arriesgar mi vida,
voy a jugarme el todo por el todo.
Aunque él me mate, me mantendré firme,
con tal de presentarle mi defensa cara a cara.
Quizá en eso esté mi salvación,
pues un malvado no entraría hasta su presencia.
Escuchen, pues, con atención
la exposición que voy a hacerles.
Voy a presentar mi defensa,
y sé que tengo la razón.
Si alguien tiene de qué acusarme,
yo guardaré silencio y moriré.
Concédeme solo dos cosas, oh Dios,
y no me esconderé de ti:
Deja ya de castigarme
y no me hagas sentir tanto miedo.
Llámame, y yo te responderé;
o yo hablaré primero, y tú me responderás.
Dime, ¿cuáles son mis pecados y delitos?
¿Cuáles son mis crímenes?
¿Por qué te escondes de mí?
¿Por qué me tratas como a un enemigo?
Soy como una hoja al viento,
¿por qué quieres destruirme?
No soy más que paja seca,
¿por qué me persigues?
Traes amargas acusaciones contra mí;
me pides cuentas de las faltas de mi juventud.
Me pones cadenas en los pies,
vigilas todos mis pasos
y examinas todas mis pisadas.
Me voy deshaciendo, como algo podrido,
como ropa que se come la polilla.