Mujer ejemplar no es fácil hallarla; ¡vale más que las piedras preciosas! Su esposo confía plenamente en ella, y nunca le faltan ganancias. Brinda a su esposo grandes satisfacciones todos los días de su vida. Va en busca de lana y lino, y con placer realiza labores manuales. Cual si fuera un barco mercante, trae de muy lejos sus provisiones. Antes de amanecer se levanta y da de comer a sus hijos y a sus criadas. Inspecciona un terreno y lo compra, y con sus ganancias planta viñedos. Se reviste de fortaleza y con ánimo se dispone a trabajar. Cuida de que el negocio marche bien, y de noche trabaja hasta tarde. Con sus propias manos hace hilados y tejidos. Siempre les tiende la mano a los pobres y necesitados. No teme por su familia cuando nieva, pues todos los suyos andan bien abrigados. Ella misma hace sus colchas, y se viste con las telas más finas. Su esposo es bien conocido en la ciudad, y se cuenta entre los más respetados del país. Ella hace túnicas y cinturones, y los vende a los comerciantes. Se reviste de fuerza y dignidad, y el día de mañana no le preocupa. Habla siempre con sabiduría, y da con amor sus enseñanzas. Está atenta a la marcha de su casa, y jamás come lo que no ha ganado. Sus hijos y su esposo la alaban y le dicen: «Mujeres buenas hay muchas, pero tú eres la mejor de todas.» Los encantos son una mentira, la belleza no es más que ilusión, pero la mujer que honra al Señor es digna de alabanza. ¡Alábenla ante todo el pueblo! ¡Denle crédito por todo lo que ha hecho!
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