Yo fui joven, y ya soy viejo, pero nunca vi desamparado al hombre bueno ni jamás vi a sus hijos pedir limosna. A todas horas siente compasión, y da prestado; sus hijos son una bendición. Aléjate de la maldad y haz lo bueno, y tendrás siempre un lugar donde vivir. Pues el Señor ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles; pero destruye a los malvados y los deja sin descendencia. Los hombres buenos heredarán la tierra y vivirán en ella para siempre. El hombre bueno habla con sabiduría; el hombre bueno habla con justicia. Lleva en el corazón la enseñanza de su Dios; ¡jamás resbalarán sus pies! El malvado espía al hombre bueno, con la intención de matarlo; pero el Señor no dejará que caiga en sus manos, ni dejará tampoco que lo declaren culpable. Tú, confía en el Señor, y obedécelo, pues él te enaltecerá y te dará el país como herencia. ¡Con tus ojos verás la destrucción de los malvados! He visto al malvado, lleno de altanería, extenderse como un árbol frondoso; pero se fue, dejó de existir; lo busqué, y no pude encontrarlo. Fíjate en el hombre honrado y sin tacha: el futuro de ese hombre es la paz. Pero los rebeldes serán destruidos por completo; el futuro de los malos será su destrucción. La ayuda a los hombres buenos viene del Señor, que es su refugio en tiempos difíciles. El Señor los ayuda a escapar. Los hace escapar de los malvados, y los salva, porque en él buscaron protección.
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