¶El Señor envía mensaje contra Jacob,
y cae sobre Israel.
Y todo el pueblo lo sabe,
es decir, Efraín y los habitantes de Samaria,
los que con arrogancia y altivez de corazón afirman:
Los ladrillos han caído,
pero con piedras labradas reedificaremos;
los sicómoros han sido cortados,
pero con cedros los reemplazaremos.
Por tanto el SEÑOR levanta adversarios de Rezín contra ellos,
e incita a sus enemigos,
los arameos en el oriente y los filisteos en el occidente,
que devoran a Israel a boca llena.
Con todo eso no se aparta su ira,
y aún está su mano extendida.
¶Pero el pueblo no ha vuelto a Aquel que los hirió,
no han buscado al SEÑOR de los ejércitos.
El SEÑOR, pues, corta de Israel la cabeza y la cola,
la hoja de palmera y el junco en un mismo día.
El anciano y venerable es la cabeza,
y el profeta que enseña la mentira, es la cola.
Porque los que guían a este pueblo lo extravían;
y los guiados por ellos son confundidos.
Por eso no se complace el Señor en sus jóvenes,
ni se compadece de sus huérfanos ni de sus viudas;
porque todos ellos son impíos y malhechores,
y toda boca habla necedades.
Con todo eso no se aparta su ira,
y aún está su mano extendida.
¶Porque arde como fuego la impiedad,
zarzas y espinos consume,
y enciende la espesura del bosque;
como remolino suben en columna de humo.
Por el furor del SEÑOR de los ejércitos es quemada la tierra,
y el pueblo es como combustible para el fuego;
el hombre no perdona a su hermano.
Cortan de un tajo lo que está a la derecha, pero aún tienen hambre,
y comen lo que está a la izquierda, pero no se sacian;
cada cual come la carne de su propio brazo.
Manasés devora a Efraín, y Efraín a Manasés,
y ambos están contra Judá.
Con todo eso no se ha apartado su ira,
y aún está su mano extendida.