Libre de una conciencia sucia Muestra

El segundo paso es observar una descripción de la conciencia 

La conciencia buena 

La conciencia buena es la que funciona y cumple los propósitos de Dios en nosotros. Pablo dijo que por esto procuraba tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Después escribiendo a Timoteo, dijo que esa buena conciencia venía de un corazón limpio y una fe no fingida. Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia. 

La conciencia buena es una sin ofensa, no sólo ante Dios sino también ante los hombres. Es imposible adorar a Dios si hay una ofensa ante los hombres. Por ese motivo el Señor dijo Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces presenta tu ofrenda. 

La conciencia débil 

A veces esa conciencia en vez de ser fuerte por el conocimiento de la Palabra de Dios y la obediencia absoluta e inmediata a ella, se puede tornar débil. Eso es lo que vemos cuando Pablo dijo que no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. Algunos hablan de un sentimiento de culpabilidad cargando la conciencia. 

En algunos casos, la debilidad puede surgir de patrones falsos procedentes del mundo o aún por seguir conceptos extra bíblicos. Una persona en tal condición debe fortalecerse en un conocimiento más completo y profundo de la Palabra de Dios. A medida que conocemos y obedecemos la Biblia, la conciencia se va fortaleciendo. 

La conciencia corrompida 

En la carta de Pablo a Tito nos habla de esa clase de conciencia, y dice que todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. La clave para entender lo que vemos aquí, es que el creyente tiene la obligación de purificar su mente y corazón por medio de la lectura, memorización y aplicación de la Palabra de Dios. 

El salmista lo dice claramente, ¿con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. Cuando nos sometemos a ese ejercicio, el Espíritu de Dios, por medio de nuestra conciencia, actúa detonando en nosotros una necesidad de cambio que llegará por medio de la obra del Espíritu Santo y nuestra obediencia a la Palabra de Dios. Pedro nos habla de esa conciencia corrompida cuando dice que es posible tener ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.