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La pérdida es mayor: Espera en medio del dolor
Contenido devocional:
Antes de perder a mi padre por un inesperado derrame cerebral, yo no imaginaba la pérdida como parte de mi plan de vida ideal. Hmm. No. Me gustaría evitar el sufrimiento cueste lo que cueste, por favor. ¿Imaginas lo que la muerte de mi padre hizo con mi precioso y controlador plan de vida? Lo desordenó por completo. Sin embargo, Dios usó la pérdida como catalizador de mi esperanza más allá de esta vida, para abrirse camino entre el zumbido de la multitud, para centrarse en los detalles, para llevarme a fijarme en los rostros entre la muchedumbre, a preocuparme menos de lo adicional, y a ansiar la belleza genuina que aguarda ser alabada hoy.
La pérdida es más.
La pérdida proporciona una vida escasa, rescatada de las cenizas, una perspectiva de la vida sacada de la muerte. La pérdida se lleva el futuro que yo pretendía, lo pone patas arriba, sacude mis metas, y las sustituye por el plan de Dios. La pérdida arranca las telarañas de mis ojos, elimina el zumbido sordo de mis oídos, y me obliga a evaluar lo que de verdad importa.
La pérdida transforma. Pone a un lado aquello que carece de sustancia y se inclina a un Jesús fundamental. La pérdida sustituye el sonido de lo ocupado, y coloca un embudo para escuchar al Dios que siempre he querido oír. Al Salvador que siempre quise conocer. Esa relación de la que oí hablar a otros, y que sabía que era posible, pero de la que no dependí para tomar mi siguiente aliento hasta que no me sobrecogió el sufrimiento.
La pérdida es más.
La pérdida saca los colores matizados, y los lleva a una luz intensa. La pérdida centra una linterna en el presente y, durante ese momento, el presente es lo único que se debe celebrar y a lo que una se debe aferrar, porque más allá de la brillante luz, es Él quien sostiene la eternidad. Y, por esta razón, se soporta el sufrimiento, no porque resulte fácil tragarlo, sino por el puro gozo de saber que la vida aguarda al otro lado.
Escrituras
Acerca de este Plan
Bekah está viajando, y nos invita a unas circunstancias de vida no planificadas —horarios frenéticos, dolor, transición, sentimientos de indignidad, distracciones, tensión relacional—, y nos recuerda que en estos precisos momentos es cuando Dios nos invita a observar, responder e incluso a celebrar una relación auténtica con Él, a pesar de nuestros propios esfuerzos o trabajo. ¿El resultado? Una conexión entre la vida real y la fe, de manera que sean una sola y misma cosa.
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Queremos agradecer a Bekah Jane Pogue y Barbour Publishing por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.bekahpogue.com/