El gran pastor de las ovejasMuestra
La fe en el Dios reconciliador despierta deseos de exaltar su gloria
«Y el Dios de paz... os haga aptos en toda buena obra para que hagáis su voluntad». Una petición como esta solo puede ser ofrecida cuando uno contempla a Dios como «Dios de paz». Para que realmente pueda haber un verdadero deseo de glorificar a Dios, la fe primero debe tenerlo por reconciliado con nosotros, pues, mientras se mantenga un sentimiento de horror al pensar en Dios, o un miedo servil ante la mención de su nombre, es imposible que le sirvamos o hagamos lo que es agradable ante sus ojos.
En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, y la fe es algo totalmente opuesto al temor y terror. Necesitamos estar seguros, que Dios ya no es un enemigo, sino nuestro amigo, no es nuestro verdugo, sino nuestro Padre; antes, que la gratitud del amor, pueda hacernos correr en dirección de sus mandamientos. Esa seguridad llega, cuando comprendemos que Cristo ha quitado nuestros pecados y satisfizo todo lo que la ley de Dios exigía de nosotros. «Ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo».
Basado en este sacrificio, Dios ratificó y validó el pacto eterno, totalmente reglamentado y seguro con todos los que se rinden al yugo de Cristo y confían en su sacrificio. Esto, tiene que ser abrazado por la fe, antes que haya una búsqueda confiada, de la necesaria gracia suya.
Hay todavía otro ángulo desde el cual podemos percibir lo adecuado de este pedido, dirigido al «Dios de paz», en el que, pedimos que nos perfeccione en toda buena obra, para hacer su voluntad. Hacer la voluntad de Dios, es esencial para que en la práctica disfrutemos de su paz. «Mucha paz tienen los que aman tu ley»; «Porque los caminos de la sabiduría son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz».
Por eso, es inútil esperar tranquilidad de corazón, si dejamos los caminos de la sabiduría, para seguir por los caminos de la autocomplacencia.
Ciertamente, no lograremos paz de conciencia mientras transitemos por algún camino torcido. La carta de Hebreos, implica que el camino a la paz, es el camino de la santidad y por otra parte, Pablo reafirma que «paz y misericordia descienden sobre todos los que siguen esta norma».
A menos que, sinceramente, recibamos y procuremos hacer, aquellas cosas que son agradables a la vista de Dios, en nuestro interior habrá un estado de turbación e inquietud, no de paz.
Al Hijo encarnado, pertenece el título «Príncipe de paz», y este título, tiene un significado espiritual más profundo, del que normalmente se percibe.
Jesús podía decir, con seguridad, que Él siempre hacía, lo que agradaba al Padre, por eso gozaba de una calma no perturbada y con autoridad declaraba estas impactantes palabras: «La paz les dejo, mi paz les doy».
Acerca de este Plan
Este es un estudio de la oración del libro a los Hebreos capítulo 13, en donde se nos presenta a Cristo, como el gran Pastor de las ovejas, y se nos reafirma en el maravilloso Pacto Eterno del Padre con sus hijos. De la misma manera, se analiza el deseo del apóstol, de que Dios nos haga aptos, y enteramente capacitados para toda buena obra; a fin de que permanezcamos en su voluntad.
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Basilio Patiño autor del libro «Oración en el nuevo pacto» Tomos 1, 2 y 3, director de la Red Ministerial Apostólica REMA, en convenio con El Centro Network. Para conocer más sobre los ministerios visite http://www.redrema.org y http://www.elcentronetwork.com