Panorama de la oración: Pablo a los tesalonicenses, parte 3Muestra
La santidad y la vocación
El llamado a la santidad, es el llamado a abrir nuestra vida al Espíritu de Dios, para que sus dones y su gracia fluyan abundantemente en nosotros. Ser santo significa, una vida dirigida por el poder del Espíritu Santo, para que lo expresado en el evangelio de Juan, capítulo 3, llegue a ser cierto también respecto a sus discípulos: «Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida».
¿Cómo podemos experimentar esta vida profunda en el Espíritu? La recibimos por fe y obediencia, mediante la presencia purificadora y fortalecedora del Espíritu Santo en nuestras vidas, por eso, los ministros tenemos la responsabilidad de guiar a los creyentes a una vida profunda en el Espíritu.
El objetivo de la comunidad de fe, y de cada vida dentro en esa comunidad, es que debemos crecer en la plenitud del carácter de Jesucristo. Este es uno de los puntos centrales de la carta de Pablo a los efesios, y otros pasajes similares, que hablan de la iglesia como el cuerpo de Cristo, animados por el Espíritu y llenos de su poder.
Así que, andar en el Espíritu, debe ser nuestra experiencia presente, no solo una esperanza para el futuro. Necesitamos ayudarnos unos a otros a entrar en esta plenitud del Espíritu, a ser llenos con el Espíritu de Cristo y andar diariamente con Él.
Podemos considerar el llamado de Dios a la santidad, como el eje de todos los llamados de Dios. Este es el corazón de nuestra vocación, porque es el llamado al corazón de Dios. Es el llamado a amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, con toda el alma y la mente; y por tanto, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Es el llamado que nos ayuda a expresar nuestros dones y a cumplir nuestra vocación; a ver su majestad y a servir en su reino liberador; a ser el pueblo del pacto de Dios; y cuidar de esta buena tierra. Por consiguiente, al responder voluntariamente a todos los llamados de Dios, la iglesia y cada uno de nosotros personalmente glorificamos a Dios y servimos al mundo con los dones que Cristo nos da.
Como la santidad toca y penetra cada esfera de nuestra vida, podríamos considerar que la santidad es tanto el círculo interior, como el círculo exterior; que incluye todos los llamados de Dios. Es la dinámica, obra del Espíritu, que penetra en todas las dimensiones de la vida.
Acerca de este Plan
Este es el tercero y último devocional, de un estudio sistemático de la oración apostólica, de la segunda carta a los tesalonicenses. El autor enseña, como los llamados de Dios pueden parecer exigentes, pero en realidad son el aliento del Espíritu a nuestras vidas. Dichos llamados nos demandan fidelidad, ministerio, amor y gozo. Por tanto, debemos situarnos en la corriente de Dios; y ser sensibles y entendidos a la iluminación que el Espíritu trae. La iglesia debe ser dirigida por el Espíritu, para que pueda propagar su testimonio al mundo, en el nombre de Cristo y en el poder del Espíritu
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Nos gustaría agradecer a Basilio Patiño, de acuerdo con El Centro Network por proporcionar este plan. Para obtener más información sobre estas organizaciones, visite http://www.redrema.org y http://www.elcentronetwork.com