Fragmentos del cieloMuestra

Bailando

Un soplo de vida en mí

Cada pieza unió.

Tu palabra me sanó;

Tocaste mi corazón.

Dios, la fuente de vida, sopló su aliento y sus perfectas manos moldearon nuestro ser. La creación evidencia el trabajo de la Trinidad: Dios Padre, Hijo Salvador y Redentor, y Espíritu Consolador. La Palabra dice que el Señor se dijo que haría al hombre a su semejanza, quiere decir que depositó en nosotros espíritu, alma y cuerpo, nos hizo tripartitos como Él; ¡somos la obra de arte del Creador! Él nos dio razón y voluntad para elegir, por eso no obliga a nadie, es un caballero. De ahí que nuestra pasión debe ser primeramente para Él porque es todo y está en todos. Eso no quiere decir que no anhelemos otras cosas, pero la clave está en alimentarnos de su Palabra y buscar primero el reino, ya que lo terrenal es efímero, en cambio nuestra eternidad está en Cristo. El que lo tiene a Él se mueve por su espíritu; manifiesta a Jesús en su estudio, trabajo, iglesia y, principalmente, casa; ¡es un testimonio andante y por naturaleza habla, camina, piensa, actúa, vive y ve como Jesús! La Escritura pasa por su corazón, lo ministra, llega a su espíritu y se hace verdad en Él; ¡eso lo vivifica! El que se ocupa plenamente de lo emocional se dedica a lo carnal: la Palabra llega a su oído y no pasa del alma, por lo que es movido por las tentaciones. Los seres espirituales nos dedicamos plenamente a lo espiritual; ¡así se adora al Padre!

Tus manos me formaron,

Del polvo me creaste,

Con tu gracia me amaste,

Me hiciste a tu imagen.

Soplaste tu aliento

Y vida ahora tengo.

Con tu soplo me otorgaste

Un espíritu radiante.