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La implacable ternura de Jesús

DÍA 6 DE 6

La extraordinaria percepción y exquisita sensibilidad de Jesús le permitieron leer el corazón humano con aguda claridad. Cristo sabe qué cosas nos causan dolor. Lo supo antes y lo sabe ahora. Él ama tan profundamente que la mente humana no puede comprenderlo.

El Señor detecta finamente los odios y amores, las desilusiones y los placeres, las separaciones y las uniones, los temores, las alegrías y los sufrimientos de cada uno de nosotros. A través de todo su ministerio terrenal nos demuestra que conoce aquellas cosas que hieren el corazón humano. Lo demuestran los pasajes que afirman que Jesús “tuvo compasión”.

La compasión que Jesús sentía era muy distinta a las emociones superficiales y efímeras de la piedad y la empatía. Su corazón estaba abierto, sus entrañas fueron arrancadas, la parte más vulnerable de su ser estaba al descubierto.

Jesús tocó las profundidades del sufrimiento humano, se perdió con los perdidos, sintió hambre con los hambrientos y sed con los sedientos. En la cruz viajó a los confines de la soledad para así poder estar a solas con aquellos que estamos solos y al compartir aquella soledad acabó con su poder devastador.

Cristo se conmueve ante la esperanza y el temor, ante las celebraciones y desolaciones de cada uno de nosotros. Él es la representación física de la compasión del Padre.

Cuando nos referimos a Jesucristo como Emanuel, Dios con nosotros, afirmamos que el amante más grandioso de la historia conoce aquello que nos causa dolor. Jesús revela a un Dios que no es indiferente ante la agonía humana, un Dios que abraza plenamente la condición humana y que se sumerge en el corazón de su lucha.

El Jesús resucitado no es el “viejo barbudo” (como algunos disfrutan llamarlo), una nube celestial ni el presidente invisible del espacio exterior. Su resurrección no fue un escape al más allá. Su paso a una nueva vida el domingo de Pascua lo libró de las limitaciones del tiempo y espacio propias de la existencia humana y lo habilitó para poder alcanzar a Taiwán y a La Habana; a Mateo, a Magdalena y a mí. El León de Judá en su resurrección nos busca, nos persigue, nos sigue los pasos, aquí y ahora.

El León y el Pastor son uno y son el mismo. La búsqueda feroz y la compasión inacabable son realidades duales del Enamorado implacable que no solo conoce lo que nos causa dolor sino que sabe cómo sanarlo. Y este Dios salvaje y consolador es también el Cordero que padeció el dolor de la muerte por nosotros.

El León que acabará con todo aquello que nos separa de Él; el Cordero que fue inmolado para reparar esa separación, ambos son símbolos y sinónimos de Jesús. Implacable y tierno; aspectos indivisibles de la Realidad Divina.

Día 5

Acerca de este Plan

La implacable ternura de Jesús

¿Qué es Dios para ti? ¿Un juez irritable? ¿Un sanador gentil? ¿Un padre? ¿Un amigo? Abre tu mente, sumérgete en la profundidad de la naturaleza de Dios y rechaza las explicaciones simplistas sobre quién es Él. Dios puede ser un león rugiente que anda buscándote y a su vez, un cordero lleno de ternura esperando para reconfortarte cuando lo necesites.Basado en el libro León y Cordero de Brennan Manning

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Nos gustaría agradecer a Peniel por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite:
https://store.peniel.com/es/libros/15-leon-y-cordero.html