María era una madreMuestra
A veces, nuestros hijos pueden decir cosas que dañan nuestros corazones. Comprendemos que la inmadurez provoca en ellos arrebatos y dicen: "Te odio" o "quisiera que no fueras mi mamá". Sin embargo, duele. Mientras más crecen, más pueden usar palabras que nos hieren profundamente. En ese momento, es difícil separar sus corazones jóvenes e inmaduros de sus palabras hirientes, las cuales refuerzan nuestras inseguridades. Nos duele y nos ofende, y muchas veces podemos responder con palabras groseras, poniéndonos al mismo nivel que el niño.
Me pregunto si María estaba herida al final de Mateo 12. Jesús estuvo con la multitud todo el día, ministrando, sanando y dándose a otros. Alguien se acerca a Jesús y le dice que Sus hermanos y Su madre han llegado a verlo.
¡Su familia ha llegado! Puedo sentir el entusiasmo de María, el orgullo que brota de su corazón por su primogénito, la expectativa de un abrazo y un saludo lleno de felicidad.
Es difícil de entender, pero al ver a Su familia, Jesús dice: "Estos son mi madre y mis hermanos".
No sé qué piensas tú, pero creo que si yo hubiera sido María, mi corazón hubiera quedado destrozado. Creo que hubiera pensado: "¿Qué dices?". ¡Yo soy tu madre! ¡Yo te traje al mundo en un granero! ¡Qué no se te olvide todo lo que he hecho por ti!". Mi orgullo y vanagloria hubieran hecho erupción, tal vez no hubiera salido de mi boca, pero ¡seguramente sí en mis pensamientos!
No dice qué pasó después, excepto que Jesús continuó sirviendo a otros. ¿Se ofendió María, sintiéndose rechazada en ese momento? Posiblemente sí. Pudo haberse dado por vencida y volver a casa, pero no lo hizo. Se quedó con Jesús.
Escogió amar, en lugar de sentirse ofendida. ¿Cómo es eso posible?
Creo que Sus palabras no golpearon con fuerza su corazón, porque ella siempre sostuvo a Jesús con sus manos abiertas. Ella sabía que Él no le pertenecía, que Su vida y propósito eran independientes de los deseos y sueños que ella tenía para Él. Comprendiéndolo de esta manera, también creo que aprendió a sostener a sus otros hijos con las manos abiertas.
Nuestros hijos son un regalo, no para que los acaparemos, sino para ofrecerlos de vuelta al Dios que los creó a Su imagen. Él sabe qué es lo mejor para ellos, y para nosotros. Nos pide que los amemos, que los guiemos a Jesús con nuestro ejemplo, que les ayudemos a crecer, y que después los animemos para que ¡vuelen muy alto! Hacerlos sentir culpables, manipularlos, tener resentimiento y aferrarnos a ellos les hará daño a ellos y a nosotros.
Es difícil ver a nuestros hijos como Suyos y no como nuestros, pero es lo mejor. Es Su manera.
¿Te estás aferrando demasiado a tus hijos? ¿O tienes tus manos abiertas a Su voluntad y forma para tus hijos?
¡Oh Padre! Esto es tan difícil. Sé que sabes, porque entregaste a Tu Hijo por mí. Te pido que me des la valentía para ver que liberar y entregarte a mis hijos es bello, ¡cada momento de cada día! Aunque los días parezcan largos, sé que los años son cortos y te agradezco hasta por los momentos más difíciles. Que yo nunca tome el crédito por las debilidades o fortalezas de mis hijos, sabiendo que te pertenecen y que son mi regalo por un tiempo definido y corto. Gracias Señor por ese regalo.
Acerca de este Plan
La maternidad es la vocación poco glamurosa pero abrumadora de muchas mujeres. ¿Qué podemos identificar y aprender de la mujer que fue elegida para dar a luz al Mesías? Únete a Robin Meadows en este Plan de 7 días sobre María, la madre de Jesús.
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