Caminando con JesúsMuestra

Mostrando bondad

La familia de Saúl casi se había extinguido, como solía suceder cuando una nueva dinastía tomaba lugar en el reino. David ahora era el rey. La mayor parte de la familia de Saúl murió por revueltas a manos de gente que pensó que hallarían favor del nuevo rey si eliminaban a los familiares del anterior, pero el corazón de David era diferente.

David había hecho un pacto de amistad con Jonatán, un pacto profundo y sentido. Ambos se habían comprometido delante de Dios a cumplirlo. Si no lo hacía el uno, el otro estaría igual de obligado.

Los años pasaron y David estaba reinando con fuerza y solidez en Israel, nadie conocía de este pacto, pero David lo tenía presente y decidió cumplirlo. Un hijo de Jonatán aún quedaba con vida y él sería el receptor de los beneficios de este pacto y esta promesa.

Mefiboset es la perfecta ilustración del creyente. Vivía escondido en Lo-debar, que significa tierra árida, como la vida lejos de Cristo. Había quedado lisiado, incapaz de valerse por sí mismo, tal como nuestro espíritu que necesita ser renovado por el Espíritu de Dios. Por medio de una serie de circunstancias inverosímiles termina comiendo de forma permanente en la mesa del rey. No lo mereció, pero lo disfrutó. 

Sucede igual con nosotros, nada hemos hecho para merecerlo y sin embargo tenemos reserva garantizada en las mansiones celestiales. Hoy vivimos, felices, los anticipos de esa herencia.

• Siendo que no le hemos merecido, ¿a quién puedes mostrar esa misma bondad?
• ¿Por qué es de tanto interés para Dios que mostremos bondad al prójimo?
• ¿Qué aspecto de la gracia inmerecida disfrutas más?
• En tu vida cotidiana, ¿a qué equivale el "comer diariamente en la mesa del rey"?