[Serie El amor de Dios por nosotros] Cómo enfrentar decisiones difícilesMuestra

Soy tu casa por siempre

El anhelo del salmista estaba en permanecer todos los días en la casa de Dios. En aquella época, Dios había dispuesto la construcción de un tabernáculo, como el lugar donde los sacerdotes hacían los sacrificios de animales por el pueblo. Había tres lugares principales: el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo. El lugar santísimo estaba reservado únicamente para el ingreso del sumo sacerdote quien era la persona que se comunicaba con Dios. La presencia de Dios descendía en ese lugar, luego se iba. El sumo sacerdote debía cumplir con una serie de ritos de purificación antes de ingresar para entregar el sacrificio. Dios se comunicaba solamente en ese lugar y por medio de esa persona. El tabernáculo también era el lugar de reunión para estudiar la Torá. En ese contexto, el salmista dijo que quería estar todos los días en su casa. Porque en ese tiempo, esa era la «casa» de Dios.

Pero hoy, por medio de lo que Cristo hizo en la cruz, cambió esa realidad. Él se constituyó en el sumo sacerdote, el único mediador entre Dios y los hombres, nos hizo hijos de Dios y sacerdotes a cada uno de nosotros. Esta nueva condición, nos da entrada directa al Padre y ya no necesitamos intermediario, como en los tiempos del salmista. Pero no nos dejó solamente como sacerdotes, sino que nos hizo templo vivo del Dios santo. Piedras vivas, donde está ahora el Espíritu de Dios. Es decir que el salmista anhelaba lo que nosotros tenemos hoy. ¡Estamos todos los días en su templo, porque somos su templo!

Esta verdad tiene que dimensionar al hijo de Dios, para deleitarse en la continua presencia de Dios. ¡Qué privilegio tan grande! Lo anhelaba el salmista, porque no lo tenía. sin embargo, él supo valorar y conocer a Dios de la manera adecuada. Tenía comunión con Dios de manera continua. Hablaba con él, le cantaba, creía en su poder y en sus promesas. No ponía en duda ninguna de sus promesas, aunque no las pudiera vivir todavía. Esas promesas, ahora son verdad para nosotros. 

¿Cómo hubiera vivido el salmista si hubiera tenido lo que nosotros tenemos? Si tan solo con ver de lejos las promesas, creyó a Dios, cuánto más ver realizado todo lo que había prometido. Todo hijo de Dios tiene cumplida esta promesa, que permite deleitarse en la presencia de Dios de manera permanente. Saber que nunca lo abandona, porque la promesa incluía todos los días hasta el fin. 

Palabra de confianza de parte de Dios

En la casa del Señor habitaré para siempre.