IntegridadMuestra

Estas instrucciones de Jesús son duras de vivir; en medio de una sociedad demandante, que se jacta de ser tolerante, es lo más intolerante que he visto en mi corta vida; pero está ahí. Integridad se trata, de dar a los demás el trato que desearás que los demás te den a ti y mantenerte en esos principios aun cuando la tormenta llegue.

Si quieres respeto, empieza tu por ser respetuoso o respetuosa, si quieres ser tratado con dignidad, trata tu con dignidad a los demás. Jesús en este pasaje nos da la receta para vivir en integridad en una sociedad que te presiona constantemente a dejar tus principios:

Ama, esa es una respuesta al odio

Bendice, es la respuesta al quien maldice

Ora, es la respuesta al que te maltrata

Da a quien te quita. Jesús presentó una respuesta tan contraria que mi conclusión es una: para que se detengan las guerras se ocupa que al menos uno se mantenga en paz. Y Jesús te invita que seas tu.

Hechos 8.18-23 (TLA). Este pasaje es muy interesante, muestra lo delgada que es la línea entre lo ético y no ético, y cómo la integridad que surge del temor de Dios y el querer agradarle a Él, es lo que nos lleva a la elección correcta. Muestra también lo que la falta de integridad genera en el corazón del ser humano, la envidia y la avaricia, ambos son sentimientos que pueden dominar el corazón humano en perjuicio de nuestro prójimo.

Tanto la avaricia como la envidia son un deseo desordenado, una obsesión en nuestro corazón por tener lo que otros tienen, en el caso de la avaricia, la persona está dispuesta a pagar el precio que sea por aquello que desea y en el caso de la envidia, la persona entra en una profunda tristeza por tener lo que otro tiene. El último de los 10 mandamientos, el que prohíbe la complacencia de estos deseos desordenados.

La práctica de la integridad es el antídoto a estos deseos, por eso se ocupa ser valiente para vivir la integridad, decir “no” a algo que queremos con obsesión, es una renuncia. La integridad es una renuncia a deseos desordenados que surgen en nuestro corazón y solo podemos vencerlos con la ayuda de Dios a través de su Espíritu.