¿Qué espera Dios de ti realmente?Muestra

Mantente humilde

Al orgullo le sigue la destrucción;

a la altanería, el fracaso.

Fuertes palabras. Una advertencia a la soberbia. Si vivimos en orgullo, Dios nos advierte, «Te diriges a la destrucción. Te diriges a la caída». Podríamos no saber cuándo, dónde o cómo vendrá la caída. Puede no venir completamente hasta que muramos, pero la caída vendrá. Tarde o temprano, seremos humillados.

¿Qué es exactamente el orgullo? El orgullo es cuando confiamos en nosotros mismos en lugar de confiar en Dios. Cuando vivimos por nosotros mismos en lugar de vivir por Dios. Cuando estamos preocupados con nuestras cosas en lugar de las cosas de Dios. Orgullo es cuando rehusamos humillarnos delante de Dios y obedecer sus mandamientos. Cuando ponemos nuestra atención en nosotros mismos y nos promovemos a nosotros mismos. Cuando pensamos que conseguimos las cosas buenas en nuestra vida por nuestro esfuerzo. 

Orgullo, es cuando nos pavoneamos y actuamos como si fuéramos Dios. Desafortunadamente, ninguno de nosotros es inmune al orgullo. Todos nosotros somos infectados por la insidiosa plaga del orgullo, es una enfermedad autodestructiva, porque el orgullo inevitablemente lleva a la destrucción. 

C.S. Lewis una vez describió el pecado de orgullo: De acuerdo con los maestros cristianos el vicio esencial y el mayor mal, es el orgullo. Falta de castidad, enojo, codicia, embriaguez y todo lo que es mera debilidad en comparación, fueron traídas por el orgullo que hizo que el maligno se convirtiera en el maligno. El orgullo lleva a cualquier otro vicio, es un estado de la mente completamente anti Dios. 

Orgullo es la madre ponedora bajo la cual, se incuban todos los demás pecados. El orgullo es la esencia del pecado. Pecado, fundamentalmente es estar centrado en sí mismo. El orgullo mantiene a más cantidad de personas fuera del reino de Dios, que ninguna otra cosa.

El gran jurista, Oliver Wendell Holmes, Jr., una vez remarcó: «El gran acto de fe es cuando el hombre decide que él no es Dios». Reconoce que tú no eres Dios y decide vivir tu vida para el único quien es Dios, Jesucristo.