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Unidos en Cristo

DÍA 3 DE 7

Salvación en Cristo

Joseph Tosini

En mi juventud, a fines de la década de 1960, me encontré en lo que se conoce como la zona cero del movimiento de libertad de expresión: Berkeley, California. Durante ese tiempo, hubo un profundo malestar en el corazón de mi generación que se hallaba buscando un nuevo camino. El amor, al menos una comprensión mínima de él, era el mensaje central del día. Pero ese deseo de amar me llevó a un lugar de desesperación: descubrí que yo no tenía la capacidad de amar desinteresadamente y que tampoco la tenía nadie a mi alrededor. En ese lugar de desesperanza, Jesús cambió mi vida para siempre.

En 1974, yo acababa de asumir el cargo de pastor asociado en una pequeña iglesia de una ciudad universitaria del medio oeste. Una de mis responsabilidades era registrar nuestro ministerio en el campus de la universidad. El día que fui al campus para obtener la solicitud, sucedió algo bastante dramático.

Era el comienzo del año escolar, y había varios grupos sentados en las mesas reclutando estudiantes para cada una de sus organizaciones. Al pasar por los puestos, noté varias organizaciones cristianas diferentes, siete, para ser exactos.

Dejé de caminar y me quedé mirando a estos siete grupos diferentes. Era como si estuviera paralizado, mirando atentamente, cuando escuché una voz, solo audible para mí. “Piensa en una época, no hace muchos años, cuando no tenía un lugar importante en tu vida. ¿Cuál hubiera sido el primer pensamiento que se te habría ocurrido al ver estas siete mesas?”. Sin dudarlo, me encontré diciendo en voz baja: “Siete Jesuses diferentes”.

Todos tenemos momentos trascendentales que cambian nuestra dirección o dan inicio a cambios de paradigma en nuestro modo de pensar; este fue uno de los míos. Todo mi entrenamiento teológico sobre las características distintivas de mi denominación en particular, de repente, y sin previo aviso, chocó con este único pensamiento: "Jesús no es polígamo". El resultado de ese encuentro transformó mi comprensión de la Iglesia. Pasé a ver la Iglesia a través de los lentes de Dios, en lugar de los míos. Nuestra singularidad no está en lo que separa a los cristianos en diferentes silos, etiquetados como protestantes, católicos u ortodoxos. Nuestra singularidad es lo que nos une. Jesús solo tiene una cónyuge y, cariñosamente, la llamó Iglesia.

Reflexiona

¿Cómo pasamos a formar parte de la familia de Dios? ¿Qué nos dice la Biblia sobre esto?

Considera

Somos, ante todo, hermanos y hermanas en Cristo Jesús. Dios tiene una familia. Cada uno de nosotros, aquellos que confesamos que Jesucristo es el Señor y creemos con todo nuestro corazón que Dios lo levantó de la muerte, formamos parte de esa familia.

Oración

Amado Padre, mientras leo las Escrituras de hoy, oro para que tu Espíritu Santo abra mis ojos para ver que Jesús es el Salvador de todos los que confiesan que Él es el Señor, y que lo resucitaste de la muerte. Los que confiesan y creen forman parte de su familia, la Iglesia de Jesucristo.

Día 2Día 4

Acerca de este Plan

Unidos en Cristo

¿Qué pasaría si el mundo nos conociera por nuestro amor y no por nuestros desacuerdos, división y nuestra necesidad de tener la razón? ¿Y si nos concentráramos en nuestros puntos en común en lugar de en nuestras diferencias? Descubre un creciente movimiento del Espíritu Santo avivando los corazones de protestantes, católicos, ortodoxos y personas de diferentes denominaciones, para cumplir la oración de Jesús: que sean uno como nosotros somos uno.

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Nos gustaría agradecer a John 17 Movement por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.newcitypress.com/john-17.html