Virus Letal vs Salvación EficazMuestra

El pecado no tiene poder si tú no se lo das

Por Jesús tenemos el Espíritu de poder que nos permite ejercer control sobre el pecado. Por Él tenemos la convicción de vencer cualquier debilidad y por Él tenemos autoridad sobre el deseo de pecar. Dios nos ha dado de su Espíritu, un Espíritu lleno de poder, amor y dominio propio; 

Lamentablemente, somos nosotros mismos quienes por dar lugar y poder al pecado opacamos su poder. Algunos cristianos justifican sus caídas habituales en el pecado con el argumento de que están en una lucha constante con él. Pero, ¿acaso no es contradictorio esto? Si Jesús ya venció el pecado, ¿Cómo podríamos seguir siendo esclavos del pecado? ¿acaso Jesús no venció ese pecado que seguimos cometiendo y que se ha convertido en una lucha constante que todavía no hemos podido dejar? ¿Acaso no fue completo y suficiente el sacrificio de Jesús? ¿Acaso es en nuestras propias fuerzas que intentamos dejarlo y no en el sacrificio de Jesús que el poder del pecado sobre nosotros murió para siempre? 

Recordemos que Jesús nos estableció en la obediencia a Dios y una vez que nos comprometamos a obedecer, el pecado deja de tener poder sobre nosotros. Ahí termina la lucha contra el pecado, cuando decidimos obedecer a Dios. Es la desobediencia la que desencadena todo lo malo que podemos hacer; sin embargo, si vivimos en el Espíritu, la desobediencia ya no tiene poder sobre nosotros y el pecado no nos podrá esclavizar.

Pablo decía: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” (Romanos 7:19 RV60). Es una realidad, que aún siendo hijos de Dios vamos a sufrir caídas, vamos a pecar; la diferencia entre este presente que vivimos en Cristo Jesús y nuestra pasada manera de vivir es que en la nueva vida que tenemos no practicamos el pecado deliberadamente, no estamos habituados al pecado y por el contrario buscamos ser cada vez más perfeccionados en el carácter justo y santo de nuestro Salvador y de esta forma agradar a Dios.

Somos hijos de Dios, nos deleitamos en lo que a Él le agrada, en sus asuntos y en su Palabra. Mientras más llenos de Él, más fortalecidos en su Espíritu para vencer la tentación de pecar, para vencer todo aquello que está en contra de su voluntad.