La Confrontación de Dios vs. La Integridad de Job

Esta última prueba fue la más difícil para Job, pero por otro lado la más gloriosa. Del capítulo 38 en adelante, Dios mismo confronta a Job, pero de manera rechazadora.

"¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia (38:4)... ¿Quién (le puso límite) al mar?" (38:8).

"¿Tiene la lluvia padre? ¿O quién engendró las gotas del roció? (38:28). ¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda esto" (40:2).

"¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?" (40:8).

Dios se manifestó al Job juzgado en Persona, y ahí se destaca una vez más de manera radiante la imagen del Salvador moribundo.

Jesús está clavado en la cruz del Gólgota, completamente despojado de todo y de todos; entonces el cielo se oscurece y Dios se revela en Él. Jesús experimenta lo más difícil, pues Dios se le revela de manera rechazadora. Aparta Su faz de Su Hijo amado, y Jesús llama en alta voz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"

Job respondió: “He aquí yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé, aún dos veces, mas no volveré a hablar” (Job 40:4).

Job muestra su integridad delante de Dios. La integridad bíblicamente significa honestidad, sinceridad. La hipocresía y el orgullo nos impiden el arrepentimiento y alcanzar la misericordia de Dios.

La confesión de hombre pecador y su arrepentimiento en el punto cero de su vida lo llevaron a ver al Señor: "Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven" (42:2-5).

Entonces Job se derrumbó, en lo más recóndito de su ser, ante la presencia de Dios. El mismo describió su punto cero: "Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza" (42: 6). Con esto, el Señor había guiado a Job adónde quería tenerlo: al punto cero, culpable y arrepentido. Job ya no era nada.

Cuando Jesús cerró los ojos y murió, los hombres dijeron: "Ahora ya no es nada". Pero justamente entonces, la victoria del Señor comenzó a manifestarse poderosamente. Fue crucificado en debilidad, pero resucitó y vive por el poder de Dios (2 Corintios 13: 4). Si morimos juntamente con Él, viviremos con Él.

Puedes comprender, entonces, que tu prueba te debe llevar al punto cero: a reconocer tu pecado, arrepentirte y humillarte. Ese punto cero te llevará a conocer a Dios como nunca lo has conocido.