Una Vida Llena Del EspírituMuestra

Después de pasar la prueba del desierto, Jesús regresó en el poder del Espíritu para ministrar sanidad y liberación a los necesitados. El secreto del ministerio de Jesús fue el Espíritu Santo. La fuente de los milagros fue el Espíritu Santo. El poder por el cual expulsó demonios, sanó a los enfermos y resucitó a los muertos fue el Espíritu Santo. A este poder lo llamamos "la unción". Jesús nos mostró con el ejemplo que el ministerio debe hacerse con la unción.

El nombramiento necesita la unción y el llamado necesita el poder de Dios. No podemos hacer los aspectos espirituales de nuestro ministerio con títulos solamente. Los demonios no son expulsados ​​por nuestra educación. La gente no se cura porque tenemos información. Estas cosas son importantes, pero el ministerio de Jesús estuvo marcado por el poder del Espíritu Santo. El nuestro también debería estarlo.

En Hechos 1:8, Jesús nos prometió lo mismo. Dijo que recibiríamos poder cuando el Espíritu viniera sobre nosotros. El poder del Espíritu Santo no es para nosotros, sino para los demás. No es para el estatus, sino para el servicio. Este poder no está destinado a validar a una persona, sino a glorificar a Jesús. Este poder no es ni siquiera para milagros, sino para llevar a la gente a la salvación. La sanidad, la liberación y todas las bendiciones de Dios están destinadas a revelar a Jesús, señalar la cruz, y llevar a los hombres a la salvación eterna. Para caminar en la unción, debemos caminar en el Espíritu Santo. Si vivimos en la carne y alimentamos nuestra mente pecaminosa, nuestra vida y ministerio no estarán saturados con la gracia de Dios, sino solo con la fuerza y ​​la sabiduría humana.

Oremos:

Espíritu Santo, ayúdame a vivir el llamado y el propósito para el que fui creado.