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[Grandes Versos] La forma en que te ama Dios

DÍA 1 DE 4

La barra de jabón del creyente

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

En la revista The Christian Century (El siglo cristiano), el Dr. Lloyd H. Steffen, profesor de estudios de religión y capellán universitario en la Universidad de Lehigh, relata una historia sobre el rey Federico II, rey de Prusia del siglo XVIII, quien estaba visitando una prisión en Berlín. Cada uno de los reclusos trató de explicar cómo eran inocentes y habían sido injustamente encarcelados, todos excepto uno. Este se sentó en silencio en una esquina mientras los demás trataban de demostrar su inocencia. Al verlo sentado allí, ajeno a la conmoción, el rey le preguntó la razón por la que él estaba en la cárcel.

«Robo a mano armada, su Señoría».

El rey preguntó: «¿Eres culpable?».

«Sí, señor», respondió. «Merezco totalmente mi castigo».

El rey entonces dio una orden al guardia. «Libera a este culpable. No quiero que corrompa a toda esta gente inocente».

Siempre es mejor confesar nuestros pecados, honesta y francamente. Hay poder en la confesión. Confesar nuestros pecados a Dios es poner fin a la culpa. Todo nuestro pecado y culpa se desvanecen, desaparecen para siempre en la gracia de Dios. Cuando confesamos nuestros pecados, simplemente estamos de acuerdo con Dios acerca de ellos.

«Señor, fui deshonesto con Bob».

«Padre, perdóname por perder los estribos con Tommy».

«Oh Dios, perdona mi orgullo. No necesitaba presumir de mi trabajo con esa gente».

En el libro Wishful Thinking: A Theological ABC (Pensamiento ilusorio: un abecedario teológico), el Reverendo Frederick Buechner expone el asunto de manera conmovedora: «Confesar tus pecados a Dios es no decirle a él nada que ya no sepa. Hasta que los confieses, son el abismo entre ustedes. Sin embargo, cuando los confiesas, se convierten en el puente».

Me parece que lo mismo pasa en mi matrimonio. Si soy cruel o insensible con Gayle, todavía podemos estar casados, pero ahora hay una barrera entre nosotros. Estamos conectados en un sentido jurídico y judicial, pero no estamos conectados en un sentido relacional y de compañerismo. Pero cuando me disculpo con ella, todo cambia. Nuestra cercanía y unidad están restauradas. Hay poder en la confesión.

Dios nos da una maravillosa promesa en 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». Esta es la barra cristiana de jabón. Cuando confesamos nuestro pecado, Dios nos restaura a una comunión plena y sin mancha con él.

La confesión es parte de la oración. No necesitamos ser excesivamente introspectivos, pero tampoco debemos ser insensibles a la gentil obra del Espíritu. Cuando Dios amablemente nos recuerda nuestro pecado, entonces debemos confesarlo de inmediato y con sinceridad a Dios para experimentar el fresco gozo de su gracia limpiadora.

En cierto sentido, un sentido legal y judicial, todo nuestro pecado ya ha sido perdonado. En Romanos 8:1, aprendemos que todo nuestro pecado fue clavado en la cruz y no estamos bajo condenación. Pero en otro sentido, en el sentido relacional y de compañerismo, nuestra relación con Dios se ve obstaculizada por nuestro pecado. Hay una barrera entre nosotros hasta que confesamos nuestro pecado a Dios. Este es el punto de 1 Juan 1:9.


Día 2

Acerca de este Plan

[Grandes Versos] La forma en que te ama Dios

El apóstol Juan, conocido como el discípulo amado porque yacía en el pecho de Jesús, nos muestra en su primera carta algunos aspectos del amor de Dios. En este plan, el pastor Jeff Wells, destaca cuatro aspectos de la forma en que Dios nos ama. Deléitate y disfruta esta lectura que te hará amar a quien te amó primero.

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Nos gustaría agradecer a Jeff Wells por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.jeffhwells.com