El Tercer ReinoMuestra

Debido a que Dios es rey eterno (Salmo 10:16), su plan de establecer un reino no podía claudicar. Es así que su enfoque ya no estaba en una familia o una nación, sino en todas las naciones de la tierra, y su reino iba a ser de carácter espiritual y no tanto terrenal como Edén o Canaán.

​Pero había un problema. Necesitaba un pueblo, un mediador que lo representara mediante la obediencia y reflejara su santidad. Dios sabía que el Primer Reino se había echado a perder por causa de la desobediencia de Adán y Eva, y que el Segundo Reino no pudo prevalecer debido a la constante rebeldía del pueblo de Israel. El tema es que no había nadie que cumpliera con estos requisitos. Es así que Dios envió a su hijo unigénito para que en representación de toda la raza humana obedeciera a Dios y lo reconociera como rey. De esta manera, fue a través de la vida y la resurrección de Jesús que la desobediencia se convirtió en obediencia. “Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filipenses 2:8). “Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19). Fue tal la obediencia de su hijo que Dios Padre puso su nombre en lo más alto de tal manera que Pablo declaró: “Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).

​De este modo, el Tercer Reino fue establecido por nuestro Señor Jesucristo; un lugar donde se declara que Dios es Rey, y todo aquel que crea en el nombre de Jesús se convierte en parte de su pueblo, y no tiene limitaciones geográficas ya que es espiritual y perdura para siempre. Este es el reino que predicó Jesús. Tan solo en los 4 evangelios, la palabra reino (basileia) en griego aparece 117 veces. Un reino que ya fue establecido, pero que continúa creciendo hasta el día de hoy. “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Si tú quieres ser parte de este reino, tan solo tienes que aceptar el reinado de Cristo en tu vida mediante esta oración:

​Señor Jesús, reconozco que soy pecador.

​No sé de dónde vengo,

​Ni hacia dónde voy.

​Estoy perdido en el laberinto de esta vida.

​Pero hoy tú me has llamado.

​Y te respondo mediante esta oración.

​Acepto a Jesucristo como mi Señor,

​Y mi Salvador, quien murió por mí,

​Y resucitó al tercer día.

​Dios es mi Padre.

​Jesús es mi Señor.

​Gracias por tu salvación.

​En el nombre de Jesús,

​Amén.

​¡Bien hecho! Recuerda, ¡Jesús es tu rey! ¡Tú y yo somos su pueblo! ¡Y el Reino de Dios nos pertenece!