Jesús, el más buscadoMuestra

EL INTERÉS NOBLE DE VERLO

Amigo y amiga, las bendiciones de Dios son hermosas y aumentan nuestra fe, si tenemos nuestra mirada en él. Consideremos la situación de un hombre pecador como nosotros: Zaqueo. Él quería ver a Jesús y su interés era tan genuino que no le importó la vergüenza y subió a un árbol ¿Qué posición estamos dispuestos a dejar de lado por ver a Jesús? 

Aquellos que renuncian a todo, lo ven de verdad. Considere a Mateo, a la viuda de la ofrenda, a la mujer con flujo de sangre. Pero lo más importante es que, quienes lo ven de verdad, son vistos por él. Cristo miró a Zaqueo, lo vio en su árbol, el árbol de la humildad. Subir a un árbol puede ser, para ti, aceptar servir a otros que tienen “menos pergaminos”; reconocer que has fallado sin pensar que “el otro también”; aceptar que has decepcionado tanto como has sido decepcionado.

Parece duro, pero hay dos cosas que suceden cuando nuestro corazón llega a este punto:

1. Jesús posará en nuestra casa, en nosotros. Cuando vio a Zaqueo le dijo: es necesario que pose en tu casa ¿lo recibirías gozoso a pesar de tener que renunciar al ego?
2. Ya no estarás pensando tanto en las bendiciones que puede darte, sino en cuánto puedes bendecir. Nuestro querido y pequeño amigo sintió el impulso de bendecir y restituir, de alguna manera, el daño que hizo.

Recuerdo una oración que oí cuando era adolescente: “Señor, no me bendigas hoy; ayúdame a ser de bendición”. Este era el corazón de Zaqueo (y el tuyo, lo se) y la consecuencia inmediata resuena melódicamente en las palabras finales de nuestro Señor al publicano: “hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lc. 19:9).

“Señor, queremos ser de bendición porque hemos recibido de ti, la más grande: tu salvación”.