Un Amor ImpactanteMuestra

Una visión infantil de Dios

¿Recuerdas cuando de niño abriste ese adorable y pequeño contenedor de masilla Play-Doh con la tapa colorida? La diferencia entre un contenedor nuevo de Play-Doh y uno con masilla vieja y dura se vuelve real cuando intentamos moldear algo con ella. Con el tiempo y por haber sido expuesto al aire, este trozo de masa que alguna vez fue suave y con tantas posibilidades se endurece, se agrieta y se vuelve mucho menos adaptable.

Algo similar le sucede al cerebro humano a medida que envejecemos. Los expertos coinciden en que nuestras experiencias en la infancia nos definen más que cualquier otra etapa de la vida. Quiénes somos hoy quedó profundamente determinado en la primera década de nuestra vida. El término médico «plasticidad cerebral» es una forma elegante de decir que, al igual que un nuevo paquete de Play-Doh, nuestros cerebros son suaves y flexibles durante la infancia.

Es más fácil que los niños se aprendan las letras de las canciones, los eslóganes de los productos e incluso nuevos idiomas. Pero lo mismo sucede con los patrones de pensamiento. El rechazo, la vergüenza y la disfunción nos son heredados por quienes son los primeros en ejercer influencia sobre nosotros, no solo por lo que dicen, sino por cómo viven. 

Sin darnos cuenta, comenzamos a hacernos preguntas como:

¿Qué me hace digno de ser amado?

¿Qué me hace valioso?

¿Qué partes de mí necesito esconder para pertenecer?

¿Qué me hace sentir seguro?

De niños, determinamos las respuestas a estas preguntas antes de que podamos siquiera ponerlas en tela de juicio. Nos adaptamos, torcemos y ajustamos a lo que los demás dicen sobre nosotros, mientras aprendemos ingenuamente cómo sobrevivir. Por eso es tan profunda la declaración de Jesús sobre los niños en Marcos 10: Dejen que los niños vengan a mí. Sus palabras contienen un hecho importante sobre el corazón de Dios hacia nosotros.

¡Dios nos ve como sus hijos! Cuando pensamos que debemos obtener lo que merecemos, el impactante amor del Padre no se ve obstaculizado por nuestras tonterías, fracasos e inseguridades.

Este nuevo tipo de infancia, la infancia espiritual, es una oportunidad emocionante para que desarrollemos una visión adecuada de Dios como el Padre amoroso y compasivo que es.

Reflexión: ¿Cuál es tu visión de Dios? ¿Es indiferente hacia ti? ¿Quizá es incluso hostil? O ¿crees que Dios, quien está lleno de compasión, quiere que vengas a Él?

Oración: Señor, ayúdame a darme cuenta de que soy tu hijo amado. Gracias por no rechazarme, sino llamarme para que vaya a ti. Que mi visión de ti ya no esté definida por patrones negativos de mi niñez. En cambio, dame un corazón confiado que esté abierto a recibir tu amor paternal por mí y que esté motivado para darle la prioridad a nuestra relación hoy.