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Padre nuestro que estás en los cielos

DÍA 3 DE 4

Padre nuestro que estás en los cielos (parte 2)

Mis hijas todavía están en esa etapa invaluable en la que adoran a su papá. Cuando llego a casa del trabajo, lo dejan todo y corren, gritando, para abrazar las piernas de papá (lo seguirán haciendo cuando tengan 16, ¿verdad?). Ellas aman a su padre. ¿Por qué no iban a amarlo? Yo las amé primero y se los he demostrado de un millón de maneras diferentes.

Amar a Dios puede ser un poco más difícil. Porque incluso Jesús admitió que le oramos al «Padre nuestro que está en los cielos» (Mateo 6:9). En los cielos significa que él no está en la tierra. No es visible ni tampoco se puede tocar. Por esa razón, creer que nuestro Padre nos ama y nos acepta, a pesar de nuestros pecados, puede representar un gran desafío para nuestra fe.

Precisamente por eso nuestro Padre nos da padres. . . y madres y amigos. Las buenas personas son excelentes destellos del mejor Padre. Cada vez que su papá le presta algo de dinero en un momento de necesidad. Cada vez que su mamá se sienta a escuchar sus dificultades. Siempre que sus amigos lo hacen reír y lo invitan a pasar el rato. Cada vez que alguien en la tierra es amable, paciente, desinteresado y perdonador, nos está ayudando a conocer, de manera profundamente personal, la expresión que está en el rostro de nuestro padre celestial.

Hoy usted no puede ver a su Padre, a menos que lo vea por fe. Por fe, usted ve el rostro de Dios cuando mira los rostros de esas personas, un destello de su gloria. Ahora voy a darles a dos niñas un destello de su Padre que está en los cielos. Ellas todavía no pueden ver su rostro, pero pueden ver el mío.

Escrituras

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