Lo Que Dios Pide a Su PuebloMuestra

3- Que le ame:

En primer lugar, para amar a Dios es necesario conocerlo y ese conocimiento comienza con su Palabra. Puede sonar simplista, pero conocerlo es amarlo.

Amarlo a Dios es anhelarlo como expresa David en el Salmo 42:1 "Como un ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía".

Ahora, no es suficiente decir que amamos a Dios, tenemos que demostrarlo a través de nuestras acciones. Las palabras solas son vacías. "Hijos míos, nuestro amor no debería de ser sólo palabras y hablar; tiene que ser verdadero el cual se demuestra con hechos (1 Juan 3:18).

Algunas hechos que demuestran nuestro amor a Dios son:

-Amar a Dios es adorarle y alabarle. "Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás". (Lucas 4:8)

- Amar a Dios es ponerlo en primer lugar. "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". (Mateo 6:33)

- Amar a Dios es no amar las cosas del mundo. "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". (1 Juan 2:15)

- Amar a Dios es amar su Palabra. Somos como María de Betania "la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra". (Lucas 10:39)

- Amar a Dios es obedecerle. "Si me amáis, guardad mis mandamientos". (Juan 14:15)

- Amar a Dios es amar a nuestro prójimo. "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano". (1 Juan 4:20-21)

- Amar a Dios es pasar tiempo de calidad. "Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad". (Salmos 84:10)

- Amar a Dios es orar. Orar es hablar con Dios. Los amantes hablan, salen juntos y disfrutan de la presencia del otro. David sintió ese amor: "Te amo, oh Jehová, fortaleza mía". (Salmos 18:1)