¿Cómo piensas?

Cuando te pones en el lugar del hijo pródigo, seguramente amas y aplaudes a Jesús, pero si te pones en los pies de su hermano, ¿pensarías igual que él? ¡Este sin vergüenza despreció a mi papá, le quitó la mitad de los bienes y se fue a gastarlo con sus amigos, y ahora, lo abrazan, le dan traje nuevo, anillo de oro, y como si fuera poco, le hacen fiesta!

Veamos ahora a Jairo, quien enseñaba en la sinagoga diciendo: “Cuidado con decir que Jesús es el hijo de Dios, porque los voy a expulsar, es un farsante y endemoniado”. Y luego, ven a este mismo Jairo, postrado delante de Jesús y diciendo: “Señor mi hija se está muriendo”. ¿Qué hizo Jesús? Él como con ninguno, fue hasta su casa y le resucitó la niña. ¿Qué pensarían los que lo escucharon en la sinagoga?

Pasemos al caso de la mujer Samaritana, la cual, era odiada por todas las mujeres en esa ciudad, pues había tenido cinco maridos y el que tenía ahora, no era su marido. Los judíos no pasaban por Samaria, tomaban una ruta más larga para evitar pasar por allí, porque los aborrecían. Pero la Escritura dice: “A Jesús le era necesario pasar por Samaria”, no porque fuera la mejor ruta, sino porque allí había una mujer pecadora despreciada por la comunidad. Cuando tú eres como la samaritana alabas a Jesús, pero cuando eres como las otras mujeres, seguramente dices: ¿Cómo va Jesús a salvarla y a hacerla predicadora?

Viniendo a nuestros días, puedes decir, “Es que estos inmigrantes están robando y quemando todo”, mi pregunta para ti es: ¿Haces fiesta por los Bartimeos y te enojas por los Zaqueos?

Si vas a decirle: “Jesús, yo te voy a seguir”, tienes que mudar el corazón, pásalo hoy por Jericó, y si estás dispuesto a pensar cómo el piensa, a ser compasivo como Él lo es, levanta tu mano y dile: “No quiero pensar como pensaba antes, quiero pensar como Tú piensas”.