Introducción a La Apologética CristianaMuestra
Una apologética verdaderamente cristiana
Quizás en la mayoría de los países del mundo occidental ya no haya persecuciones contra los cristianos como las de antaño, pero desde luego todavía existen lugares en este mundo donde se ataca ardientemente la fe cristiana. Además, el secularismo avanza en Occidente y cada vez se hace más necesario presentar razones de la esperanza que hay en nosotros. Pedro nos da una serie de pautas a seguir en la defensa del Evangelio de Jesucristo.
Lo primero es santificar a Dios el Señor en nuestros corazones (1 P. 3:15). Jesucristo se debe sentar en el trono de la vida de cada cristiano y cada uno de nuestros pensamientos debe estar sujeto a Su autoridad. Él debe reinar en nuestros corazones como Rey de reyes y Señor de señores. El apologista cristiano debe ante todo estar seguro de que toma su cruz cada día para seguir al Maestro. Cuando el Señor asume el lugar legítimo que le corresponde en el corazón del creyente; cuando es más respetado y honrado que cualquier otra cosa; entonces, solo entonces, se está preparado para defender su causa.
En segundo lugar, debemos estar siempre preparados para presentar defensa. El cristiano debe estar dispuesto a defender en todo tiempo y ante cualquiera sus convicciones espirituales. Esto debe hacerse de manera consciente, justa, equilibrada, con respeto y temor de Dios porque, en definitiva, es Él quien ha de juzgar a los incrédulos y no nosotros. Defender la Palabra implica conocerla bien, haberla escudriñado convenientemente y saber emplearla en el debate apologético. Si alguien cree que puede defender el cristianismo sin haber estudiado diligentemente sus principios fundamentales está muy equivocado. Por supuesto que la inspiración del Espíritu Santo será siempre necesaria, pero esta actuará con mayor efectividad en aquellas mentes convenientemente cultivadas en “la Palabra de verdad”.
Actualmente abundan en el mundo personas que exponen sus ideas con una especie de beligerancia arrogante y agresiva. Hablan o escriben de tal forma que dan a entender que aquellos que no comparten sus ideas son, o bien ignorantes, o bien malvados. Tratan de imponer siempre su pensamiento a los demás y no les interesan las respuestas o réplicas que puedan hacerles porque, en el fondo, no están dispuestos a cambiar su punto de vista o a matizar sus conclusiones. Su discurso jamás es un diálogo, sino más bien, un monólogo soberbio y proselitista.
Por el contrario, la apologética cristiana debe realizarse de otra manera muy distinta. La Escritura insta a hacerla con amor, con simpatía y con esa sabia tolerancia que reconoce que nadie posee la verdad absoluta. Cualquier argumento presentado por un cristiano debe estar hecho de manera que complazca a Dios.
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Acerca de este Plan
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