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Jesús cautiva la mente humana

Jesús, en el plano humano, experimentó todo tipo de experiencias en el campo de las emociones. No existe ningún dolor emocional que hayamos experimentado en el pasado, ni que estemos viviendo en el presente, ni que enfrentemos en el futuro que Jesús no la pueda comprender porque Él los pasó todos. Esta es la razón por la que puede ser empático con nosotros y entendernos en los desiertos más áridos de la vida.

¿Has sido traicionado? Jesús te entiende.

¿Has lidiado con gente tóxica? Jesús te entiende.

¿Has pasado por episodios profundos de tristeza? Jesús te entiende.

¿Has experimentado ansiedad hasta llegar al más alto grado de angustia? Jesús te entiende.

¿La gente te ha desilusionado?Jesús te entiende.

¿Has tenido que perdonar? Jesús te entiende.

¿Has sido abandonado? Jesús te entiende.

¿Has atravesado pérdidas? Jesús te entiende.

¿Has querido abandonarlo todo? Jesús te entiende.

Tal y como nos muestra el autor del libro de los Hebreos:

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades” (Hebreos 4:15a).

Si hacemos una evaluación desde un ojo clínico, nos damos cuenta que Jesús tenía todos los motivos para sufrir de depresión y ansiedad. Padeció experiencias altamente estresantes, carencia de apoyo psicológico, soledad, exposición a situaciones traumáticas y abuso, entre otras.

Atravesó y experimentó en su campo psicológico el “valle de sombra de muerte”. Fue tentado en medio de las presiones sociales y emocionales más terribles. Sin embargo, por lo que vemos en los Evangelios, mantuvo una salud mental óptima y reflejó un carácter equilibrado. Vivió todo tipo de sufrimiento, pero no se dejó dominar, ni controlar por el abatimiento o el dolor emocional.

La vida de Jesús, en Su transitar por la tierra, estuvo enmarcada dentro de desafíos, tristezas, traiciones, angustias, pérdidas, injusticias y frustraciones. Teniendo todos los factores precipitantes de una depresión o de un trastorno de ansiedad. Haciendo un análisis de los aspectos psicológicos de Jesús podemos ver que era una persona alegre, dinámica, seguro de sí mismo, con gran inteligencia emocional y lleno de paz, tranquilidad y serenidad. Dentro de esta evidencia afirmo que el Señor representa un gran ejemplo para nosotros sobre el hecho de que se puede vivir una vida esencialmente gozosa y victoriosa, en medio de las circunstancias.

Las grandes ciencias humanas y sociales deben dar una mirada, cada vez mayor, a las enseñanzas de Jesús. No solo por lo que salió de Su boca, sino más importante aún, por la forma en que vivía y cómo intervenía con las personas. La psiquiatría, la psicología, la consejería profesional, el trabajo social y otras disciplinas, tienen mucho que aprender de Jesús. Cómo pensó, cómo reaccionó, cómo interpretó las experiencias, cómo amó, cómo le dio importancia al alma, cómo levantó al caído, cómo utilizó la misericordia, todas estas vivencias de nuestro Señor contienen grandes lecciones.

La personalidad, el temperamento y la identidad de Jesús son de gran interés y a muchos les resulta totalmente fascinante. Por esto, más de dos mil años han pasado y sigue siendo un enigmático imán atrayente. Jesús, en Su belleza almática, no tiene comparación. Sigue cautivando la mente humana por el poder sanador y liberador que hay en Su vívido mensaje.

“Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento” (Isaías 53:3).

Si de alguien tenemos registro de que fue resiliente es Jesús. ¿Qué es la resiliencia? Suele describirse como la capacidad que poseemos los seres humanos de sobreponernos a las experiencias más duras de la vida. El sufrimiento es inevitable, pero mantenerse en estado de aflicción es opcional.

El Señor hizo un manejo muy efectivo del sufrimiento. Las traiciones, en lugar de desanimarlo, se convertían en una oportunidad para manifestar el perdón. Las injusticas, en lugar de abatirlo, las utilizaba como un escalón para poner en acción la compasión y la misericordia.

ORACION

Dios Eterno:

Aunque perdonar no es tarea fácil, estoy seguro que con Tu ayuda y fortaleza no hay nada que yo no pueda lograr. Me he dado cuenta, leyendo este día, que dentro de mí hay puntos sensibles, heridas que no están totalmente cerradas y asuntos difíciles que consideraba resueltos. Hoy, Padre Celestial, me diriges amorosamente hacia mi restauración. Me guías a desatarme de las cadenas de opresión y amargura generadas por la falta de perdón.

En el poderoso nombre de Jesús. Amén.

TE INVITO A REPETIR LAS SIGUIENTES AFIRMACIONES

Hoy encuentro un tesoro porque perdono.

El amor del Señor es más fuerte que cualquier daño que me hayan hecho.

Abro mi corazón al poder restaurador de Dios.