El Vestido PerfectoMuestra

Un vestido incorruptible

Dios le permitió a Moisés sacar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, para llevarlos a la Tierra Prometida. Durante cuarenta años el Señor los condujo a través del desierto, y sus vestiduras no se envejecieron, ni se les gastó el calzado, ¡que maravilloso! A través de eso, Dios mostró Su fidelidad y Su amor. Pero la ropa y calzado que nosotras usamos hoy día, sí se desgastan. El Señor nos prometió una vestimenta que durará toda la eternidad. Somos escogidas, santas y amadas, por lo tanto, necesitamos un vestido incorruptible. Nuestra apariencia externa es importante, porque como hijas de Dios tenemos que diferenciarnos del mundo. Pero la belleza interior sobrepasa a lo que la gente mira de nosotras por fuera. Por eso, como cristianas, somos llamadas a vestirnos de afecto, bondad, amabilidad y paciencia. Que bendición y que regalo más hermoso vestirme de salvación y estar cubierta con el manto de justicia, ese vestido me protege, me cubre y me da vida eterna. Hay un vestido blanco como el de una novia, reluciente como el sol e incorruptible como la gloria de Dios. Y ese precisamente es el vestido que necesitamos. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:53-55).